lunes, 22 de junio de 2009

El miedo al vacío

por Guillermo Fadanelli

Uno de los bienes que trae consigo escribir en un periódico, es justamente la experiencia del comienzo: volver a empezar todas las mañanas, envejecer durante las noches, dejar paso a las noticias actuales, a las nuevas opiniones. ¿Pero es esto verdad? Nada parece tan viejo como el culto a la novedad. Tenemos necesidad de creer que el cambio es bueno por sí mismo y depositamos en todas esas letras y noticias una particular esperanza: la de estar informados y creer que sabemos hacia donde camina la humanidad, el mundo. Hace un siglo, el poeta francés Charles Baudelaire se confesaba incapaz de comprender como un hombre honorable podía tomar un periódico sin estremecerse de disgusto. Un sentimiento semejante nos aborda en la actualidad, nadie que se considere un ser sensible puede quedar impávido después de repasar las atrocidades de las que dan cuenta los diarios mexicanos: el cinismo político, la corrupción moral, el asesinato impune, la ausencia de solidaridad civil y el absurdo desequilibrio económico entre personas que, supuestamente, tienen los mismos derechos sociales. Cómo no volverse un pesimista cuando todas estas calamidades continúan siendo la primera noticia en los medios de comunicación. La experiencia del comienzo, la necesidad de lo nuevo se trastorna de pronto en el peso de lo mismo, en la agobiante conciencia de que nada cambiará y de que la sociedad no avanza en ninguna dirección. Ante una situación tan drástica el paso de los días parece un espejismo. Y, sin embargo, la lectura de periódicos se antoja necesaria en una comunidad donde escasean los lectores de filosofía y de buena literatura. Si se tiene suerte podremos encontrar en ese mar de hojas de papel y tinta oscura una o dos colaboraciones que no sean efímeras y meramente superficiales. Rellenar páginas de tonterías es un ejercicio que la premura de la publicación cotidiana parece exigir, se corre de manera desbocada y ansiosa hacia la nada, la glotonería se impone, la obesidad crítica cierra caminos y los maleantes sacan el provecho más amplio de toda esta confusión.

Uno de los más sabios y visionarios fundadores del liberalismo, John Stuart Mill, escribía que entre las metas fundamentales de un gobierno sensato se encontraba la de promover la virtud y la inteligencia de las personas. Esta consigna encierra una verdad evidente: sin personas capaces de comprender en qué consiste el pacto social es imposible habitar la democracia. Y en esta tarea los periódicos llevan también responsabilidad: promover la inteligencia como una de las formas más eficaces de oponerse al cinismo político y a la opinión analfabeta. La oposición entre el hombre informado y el hombre reflexivo es que el primero sabe cosas sin saberlas: incapaz de asimilar la cantidad colosal de noticias que lo acosan termina agobiado y confuso: el miedo al vacío no se remedia sólo informándose sino aprendiendo a elegir entre la basura. Es por esto que en la actualidad, dos senderos se hacen más visibles que nunca: o se lee periódicos para ratificar la inmovilidad de la moral y el nada cambia o se hace para dar la pelea en el campo de la pasión pública; en otras palabras: se alimenta el humor pesimista o se intenta practicar el humanismo en un escenario incómodo, tecnológico y mediático. Muchos escritores y críticos de la cultura, desde Kierkeegaard y Camus hasta Baudrillard y Guy Debord, han tomado la primera opción: han concluido que la sociedad se contempla a sí misma en los periódicos y eso la conduce a la parálisis.

Y un último comentario, la crisis económica que se vive actualmente y a la que tantas hojas se le dedican tiene un fundamento moral y es precisamente esto la esencia de su poder devastador. La especulación financiera, la obscena acumulación de dinero en pocas manos (uno de los peores eufemismos de los últimos tiempos hace que llamemos a los maleantes financieros “hombres de negocios”), el caudillismo de los expertos que promueven un saber separado del todo y el progreso de la tecnología paralelo al retroceso de la inteligencia civil o moral, son causa de una crisis mucho más profunda que la económica. Y en ello casi nadie repara.


Fuente: El Universal

Ziggi

martes, 16 de junio de 2009

Presentación de Ágora, Verano 2009, en la Feria del Libro de Zacatecas

por Veremundo Carrillo Trujillo

Presentación dictada el sábado 13 de junio de 2009, en el marco de la Feria del Libro de Zacatecas, organizada por el Instituto Zacatecano de Cultura. En el evento fueron presentadas las revistas Arcilla Roja (num. 8) y Ágora (num. 5, verano 2009). Al evento asistieron: Jorge Vazquez y María Vazquez por Arcilla Roja, así como Veremundo Carrillo, Víctor Peralta y Adrián Franco, por Ágora.

Si algún sello presenta esta “Asamblea” de escritores, es el de la “posmodernidad”. Así lo señalan las primeras líneas: “El signo de nuestros tiempos posmodernos es la ansiedad de la búsqueda de lo novedoso. La posmodernidad abre caminos insospechadados para el individuo. Somos afortunados por vivir en esta época” (Mario Franco, p.1). Tras la muerte de Dios llega ahora, en el último tercio del soglo XX, la “muerte del hombre”. Trato de traducir para el ciudadano medio: Nietzsche constató, no deretó, la ausencia de Dios en la cultura del siglo XIX; Váttimo registró el fracaso del poder absoluto de la razón, de la ciencia y de la técnica en el mejoramiento de la raza humana. Después del desengaño o del fracaso, no sigue la frustración, sino la libertad y la emoción de la aventura. Al salir de una sesión de un congreso sobre Educación en el ITESO de Guadalajara, donde se analizaron estos conceptos, me topé con un camión urbano con una de esas sugestivas inscripciones populares, que adopté como lema filosófico: “No me sigas, que ando perdido”. Hoy, si no fueran tan costosos, se diría que los procesos políticos electorales serían saludables por su libertad de búsqueda. Posmodernidad, en suma, más que caos, es búsqueda y posibilidad. En suma, responsabilidad. Creo encontrar esa nota en la variedad de esta revista.



Edgar Adolfo García Encina (Spérmata Alezeia, p.3), entre sus semillas de verdades, testifica el desaliento de la imposición del mercado como criterio estético. Ya Gabriel García Márquez había marcado la diferencia entre el éxito editorial (el suyo), y el éxito literario (el de Juan Rulfo). El artista debe liberarse de esta moda mercantil, y, sin dejar de ser de este mundo, ha de reencontrarse, desalinearse, liberarse. Solo así liberará.

Los poemas de Salvador Lira (p.5) y Miguel Mouriño (p.7-9) gozan la libertad, pero no rehúyen el compromiso. Lira penetra la totalidad en un ópeo de Velázquez: “Lo callas, lo ves, existe”. Mouriño desenvuelve la imagen y sus exigencias: “Nosotros somos los dueños de la noche / los no tiempo / los no agua / los no viento / los no hombres”. (Me recuerda un poema mío: “¡Vengan al ver al hombre de humo! Sin derecha ni izquierda, sin veneno en la voz / sin puñales en los ojos” (Paraíso).

Alejandro García, más poético que expositivo, no disimula la emoción tras el embozo: “Mujer triste en mí, mujer envuelta en sábanas, en mí” (p. 7). Para lanzarse definitivamente a lo trascendente y lapidario: “Hoy vuelvo a constatar que morir es involuntariamente fácil, casi proporcional a la facultad de vivir” (p. 6).



Oscar Wong nos remite, a propósito de la lectura de una novela, al realismo mágico y a sus inevitables conexiones con Gago y carmencito Macondo, que entraron ya en el mapa de lo inmortal, junto con Cervantes y La Mancha, Dulcinea y El Toboso. Da el ensayista una definición del realismo mágico: “ingredientes de fantasía y misterio para generar nuevos mitos a fin de zafarse de la modorra costumbrista y convertirse en un instrumento de múltiples registros.” (p. 10).


Muy a tiempo le llega a Mario Benedetti la carta de Andrea González, al lugar y al estado en los que, como soñó Isaías, Yahvé quitó el manto de luto que cubría los montes: “Yo no lloraría, me dije: Yo no iba a poner moños negros en los marcos de las puertas” (p. 12 ). Pero sí espera que las nubes declamen versos del uruguayo.

Andrés Briseño convoca al Diablo más Diablo, no al repulsivo chivo-gallo de dientes de oro, sino el atractivo: el/la ojiverde de Pérez Reverte, el besucón de Bernanós, el elegante de Byron. “Soy el Diablo, me dijo, y yo le vi una cara tan tierna, tan para quererse, que tuve miedo” (p. 13).

Adrián Franco, el convocante de esta Ágora o “Plaza Pública”, sienta plaza una vez más, con su voz seria, profunda, sugerente y convincente: “Es aquí donde vale la pena preguntarnos qué tan cierto es lo antiguo, y si sólo por antiguo ha de denominarse sacro”. Esta es la ruptura, la libertad creativa, la posmodernidad, cerrando el círculo de la plaza o el momento de la asamblea.

Sólo quedan las voces circundantes que resuenan en el eco de nuestra lengua, con mitos y pronósticos climatológicos: Pratkanis, Applied Optics.

Este es el presente ejemplar de la revista. Esta es la plaza, esta es la asamblea. Hay que caminar, hay que ver, hay que oír…



Zacatecas, Zac., 13 de junio de 2009.





Dr. Veremundo Carrillo Trujillo
(Tepetongo, Zacatecas). Es poeta y escritor. Hizo estudios de Humanidades en Montezuma, Nuevo México, EEUU. Doctorado en Filología Clásica en Salamanca, España. Fundador y primer director de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha escrito libros como: Barro que Suena a Plata, antología de literatura zacatecana, Máscaras de Piel de Hombre, La Décima Luna, Antología poética 2003, entre otros. Actualmente es presidente de la Asociación de Estudios Clásicos y Medievales, y de la Asociación Amigos del Patrimonio Zacatecano. Es también subdirector de Enseñanza del Instituto Zacatecano de Cultura.


martes, 9 de junio de 2009

Presentación de Ágora No.5, Verano 2009




A nuestros lectores y público interesado en general,

el equipo directivo y consejo editorial de la revista Ágora les invita a asistir a la presentación de nuestro más reciente número, a realizarse en


Jerez, Zac.
Jueves 11 de junio
Edificio de la Torre
21.00 hrs
Comentan: Andrés Briseño
Filiberto García
Adrián Franco

Zacatecas, Zac.
Sábado 13 de junio
Patio central del Palacio de Gobierno del Estado
18.00 hrs
Comentan: Dr. Veremundo Carrillo Trujillo
Adrián Franco
Filiberto García


Los esperamos