viernes, 17 de abril de 2009

La resolución de las revoluciones [científicas]

por Thomas Samuel Kuhn
fragmento del libro La Estructura de las Revoluciones Científicas


Puesto que los nuevos paradigmas nacen de los antiguos, incorporan ordinariamente gran parte del vocabulario y de los aparatos, tanto conceptuales como de manipulación, que previamente empleó el paradigma tradicional. Pero es raro que empleen exactamente del modo tradicional a esos elementos que han tomado prestados. En el nuevo paradigma, los términos, los conceptos y los experimentos antiguos entran en relaciones diferentes unos con otros. El resultado inevitable es lo que debemos llamar, aunque el término no sea absolutamente correcto, un malentendido entre las dos escuelas en competencia. El profano que fruncía el ceño ante la teoría general de la relatividad de Einstein, debido a que el espacio no podía ser "curvo" —no era exactamente eso—, no estaba simplemente equivocado o engañado. Tampoco los matemáticos, los físicos y los filósofos que trataron de desarrollar una versión euclideana de la teoría de Einstein. Lo que anteriormente se entendía por espacio, era necesariamente plano, homogéneo, isotrópico y no afectado por la presencia de la materia. De no ser así, la física de Newton no hubiera dado resultado. Para llevar a cabo la transición al universo de Einstein, todo el conjunto conceptual cuyas ramificaciones son el espacio, el tiempo, la materia, la fuerza, etc., tenía que cambiarse y establecerse nuevamente sobre el conjunto de la naturaleza. Sólo los hombres que habían sufrido juntos o no habían logrado sufrir esa transformación serían capaces de descubrir precisamente en qué estaban o no de acuerdo. La comunicación a través de la línea de división revolucionaria es inevitablemente parcial. Por ejemplo, tómese en consideración a los hombres que llamaron loco a Copérnico porque proclamó que la Tierra se movía. No estaban tampoco simple o completamente equivocados. Parte de lo que entendían por 'Tierra' era una posición fija. Por lo menos, su tierra no podía moverse. De la misma manera, la innovación de Copérnico no fue sólo mover la Tierra; por el contrario, fue un modo completamente nuevo de ver los problemas de la física y de la astronomía, que necesariamente cambiaba el significado de 'Tierra' y de 'movimiento'. Sin esos cambios, el concepto de que la Tierra se movía era una locura. Por otra parte, una vez llevados a cabo y comprendidos, tanto Descartes como Huyghens comprendieron que el movimiento de la Tierra era una cuestión que carecía de contenido para la ciencia.

Estos ejemplos señalan hacia el tercero y más fundamental de los aspectos de la inconmensurabilidad de los paradigmas en competencia. En un sentido que soy incapaz de explicar de manera más completa, quienes proponen los paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos diferentes. Unos contienen cuerpos forzados que caen lentamente y otros péndulos que repiten sus movimientos una y otra vez. En un caso, las soluciones son compuestos, en otro, mezclas. Uno se encuentra inserto en una matriz plana del espacio, el otro en una curva. Al practicar sus profesiones en mundos diferentes, los dos grupos de científicos ven cosas diferentes cuando miran en la misma dirección desde el mismo punto. Nuevamente, esto no quiere decir que pueden ver lo que deseen. Ambos miran al mundo y aquello a lo que miran no ha cambiado. Pero, en ciertos campos, ven cosas diferentes y las ven en relaciones distintas unas con otras. Es por eso por lo que una ley que ni siquiera puede ser establecida por demostración a un grupo de científicos, a veces puede parecerle a otro intuitivamente evidente. Por eso, asimismo, antes de que puedan esperar comunicarse plenamente, un grupo o el otro deben experimentar la conversión que hemos estado llamando cambio de paradigma. Precisamente porque es una transición entre inconmensurables, la transición entre paradigmas en competencia no puede llevarse a cabo paso a paso, forzada por la lógica y la experiencia neutral. Como el cambio de forma (Gestalt), debe tener lugar de una sola vez (aunque no necesariamente en un instante) o no ocurrir en absoluto. Entonces, ¿cómo llegan los científicos a hacer esta transposición? Parte de la respuesta es que con mucha frecuencia no la hacen. El copernicanismo obtuvo muy pocos adeptos durante casi un siglo después de la muerte de Copérnico. El trabajo de Newton no fue generalmente aceptado, sobre todo en la Europa continental, durante más de medio siglo después de la aparición de los Principia. Priestley nunca aceptó la teoría del oxígeno, ni Lord Kelvin la teoría electromagnética y así sucesivamente. Las dificultades de conversión han sido notadas con frecuencia por los científicos mismos. Darwin, en un pasaje particularmente perceptivo al final de su Origin of Species, escribió: "Aunque estoy plenamente convencido de la verdad de las opiniones expresadas en este volumen..., no espero convencer, de ninguna manera, a los naturalistas experimentados cuyas mentes están llenas de una multitud de hechos que, durante un transcurso muy grande de años, han visto desde un punto de vista directamente opuesto al mío... Pero miro con firmeza hacia el futuro, a los naturalistas nuevos y que están surgiendo, porque serán capaces de ver ambos lados de la cuestión con imparcialidad". Y Max Planck, pasando revista a su propia carrera en su Scientific Autobiography, escribió con tristeza que "una nueva verdad científica no triunfa por medio del convencimiento de sus oponentes, haciéndoles ver la luz, sino más bien porque dichos oponentes llegan a morir y crece una nueva generación que se familiariza con ella". Estos hechos y otros similares son demasiado comúnmente conocidos como para necesitar insistir en ellos. Pero sí necesitan ser reevaluados. En el pasado a menudo han sido considerados como indicación de que los científicos, debido a que son sólo seres humanos, no siempre pueden admitir sus errores, ni siquiera cuando se enfrentan a pruebas concretas. Yo más bien afirmaría que en estos temas no son pruebas ni errores los que están cuestionados. La transferencia de la aceptación de un paradigma a otro es una experiencia de conversión que no se puede forzar. La resistencia de toda una vida, sobre todo por parte de aquellos cuyas carreras fecundas los han hecho comprometerse con una tradición más antigua de ciencia normal, no es una violación de las normas científicas, sino un índice de la naturaleza de la investigación científica misma. La fuente de la resistencia reside en la seguridad de que el paradigma de mayor antigüedad finalmente resolverá todos sus problemas, y de que la naturaleza puede compelerse dentro de los marcos proporcionados por el paradigma. En épocas revolucionarias, inevitablemente esa seguridad se muestra como terca y tenaz, lo que en ocasiones incluso llega a ser. Pero es también algo más que eso. Esta misma seguridad es la que hace posible a una ciencia, normal o solucionadora de enigmas. Y es sólo a través de la ciencia normal como la comunidad profesional primeramente logra explotar el alcance potencial y la justeza del paradigma más antiguo y más tarde, aislar la aporía de cuyo estudio pueda surgir un nuevo paradigma.

No obstante, el pretender que la resistencia es inevitable y legítima y que el cambio de paradigma no puede justificarse por medio de pruebas, no quiere decir que no haya argumentos pertinentes o que no sea posible persuadir a los científicos de que cambien de manera de pensar. Aunque a veces se requiere de una generación para llevar a cabo el cambio, las comunidades científicas se han convertido una vez tras otra a los nuevos paradigmas. Además, esas conversiones no ocurren a pesar del hecho de que los científicos sean humanos, sino debido a que lo son. Aunque algunos científicos, sobre todo los más viejos y experimentados, puedan resistirse indefinidamente, la mayoría de ellos, en una u otra forma, podrán ser logrados. Las conversiones se producirán poco a poco hasta cuando, después de que los últimos en oponer resistencia mueran, toda la profesión se encuentre nuevamente practicando de acuerdo con un solo paradigma, aunque diferente. Debemos por consiguiente, inquirir cómo se induce a la conversión y cómo se encuentra resistencia.

¿Qué tipo de respuesta puede esperarse a esta pregunta? Tan sólo debido a que se refiere a técnicas de persuasión o a argumentos y contra argumentos en una situación en la que no puede haber pruebas, nuestra pregunta es nueva y exige un tipo de estudio que no ha sido emprendido antes. Debemos prepararnos para una inspección muy parcial e impresionante. Además, lo que ya se ha dicho se combina con el resultado de esta inspección para sugerir que, cuando se pregunta algo, más sobre la persuasión que sobre las pruebas, el problema de la naturaleza de la argumentación científica no tiene una respuesta única o uniforme. Los científicos individuales aceptan un nuevo paradigma por toda clase de razones y, habitualmente, por varias al mismo tiempo. Algunas de esas razones —por ejemplo, el culto al Sol que contribuyó a que Kepler se convirtiera en partidario de Copérnico— se encuentran enteramente fuera de la esfera aparente de la ciencia. Otras deben depender de idiosincrasias de autobiografía y personalidad. Incluso la nacionalidad o la reputación anterior del innovador y de sus maestros pueden a veces desempeñar un papel importante. Por tanto, en última instancia, debemos aprender a hacer esa pregunta de una manera diferente. No deberemos interesarnos por los argumentos que de hecho convierten a uno u otro individuo, sino más bien por el tipo de comunidad que siempre, tarde o temprano, se reforma como un grupo único.



Thomas Samuel Kuhn (EE.UU., 1922-1996) destacado epistemólogo estadounidense autor de The Structure of Scientific Revolutions (La estructura de las revoluciones científicas). Su pensamiento es deudor de las reflexiones de Alexandre Koyré, Jean Piaget, Benjamin Lee Whorf y Willard Van Orman Quine. Kuhn, además tenía una fuerte oposición a Karl Popper. Por su condición de historiador de la ciencia se ha interesado profundamente en el problema del cambio científico. Según Kuhn, éste es de carácter revolucionario, la ciencia no progresa por simple acumulación de conocimientos; las revoluciones científicas son momentos de desarrollo no acumulativo en los que un viejo paradigma es sustituido por otro distinto e incompatible con él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario