por Jorge Hinojosa
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«Siempre he pensado que la danza es mágica en muchos aspectos tanto para los que disfrutan de su contemplación como para los que viven y trabajan en su mundo»
Fontein de Arias
Fontein de Arias
¿Es válido considerar a la danza como un referente eficaz para estudiar el devenir de las culturas antiguas? En primera instancia ésto pudiera parecer inusual, sin embargo es pertinente reconocer que entre la diversa gama de culturas en el mundo, la danza ha sido, históricamente hablando, un común denominador que embruja tanto a sus participantes como a espectadores.
La danza es una expresión natural y espontánea en el ser humano, así como lo es el movimiento que la impulsa a ser una manifestación común del sujeto, quien a su vez la utiliza (o es utilizado por ella) como una forma de comunicación y expresión, inclusive de aquellas emociones que son difíciles de comunicar con la palabra. La danza, como arte, va más allá de la finitud de lo que simplemente se quiere decir, pues toca el espíritu del hombre.
Desde esta perspectiva, la danza se puede presentar como un elemento que dinamiza la vida del ser humano en múltiples formas: validar y reflejar la organización social, sirve como vehículo para la expresión secular o religiosa, como declaración de valores estéticos y éticos, para lograr propósitos educacionales, para poder conocer una cultura en particular.
Estos elementos característicos sitúan a la danza como una de las artes más ricas en cuanto a expresión y dinamización, pues mediante su conocimiento se puede inferir la dinámica de las diferentes culturas y regiones, y mediante su práctica es posible redimensionar la expresividad cultural de un pueblo.
No podemos dejar de mencionar que la danza se encuentra íntimamente relacionada con la Acción Física Humana, siendo ésta última una de sus manifestaciones culturales. Ambas utilizan el movimiento como campo de acción en el desenvolvimiento corporal y mental del individuo. De igual forma tienen en cuenta el espacio temporal, la ubicación en un escenario determinado, la calidad del movimiento y la forma de su estructura. Muchos movimientos son posibles. Desde los percusivos hasta los sostenidos tienen similar escenario de aparición y ejecución, del mismo modo que muchas esferas del desarrollo humano son influidas desde la misma dinámica de la acción. La danza y la Acción Física Humana son, en consecuencia, un lugar de similares vocabularios e idiomas.
La danza es también impulsora de cambio, pues cada movimiento dancístico representa la expresión de un sujeto, de su individualidad y su coordinación con respecto a la generalidad a la que pertenece. Pero la danza, que en sí misma es creatividad, expresividad, fluidez y armonía, es a la vez exigencia y disciplina, pues la realización máxima de su expresividad está determinada por la precisión de movimientos elegantes, que no es en caso alguno el adiestramiento mecánico del movimiento, sino una forma que hace posible la creación subjetiva de los individuos.
El arte de la danza consiste en una comunicación viva y natural del bailarín que no está condicionado por movimientos rígidos e impuestos por un agente externo, de tal modo que el observador pueda percibir esa descarga de energía en afectos, emociones y sentimientos mediante una serie de actitudes en mímicas, miradas y gestos expresivos. De otra forma, si la mecanización domina en la formación y el cuerpo del artista es condicionado por los maestros para producir un fragmento completo, la expresión se empobrece y, por consecuencia, se manifiesta en un estilo académico, preciso, alejado del valor emocional y viviente de la obra.
Vista así, la danza es un espacio que permea en sí misma la posibilidad del sentimiento, como un encuentro con la emoción y la pasión, como reconquista de lo espiritual y lo corpóreo o trascendencia espiritual del cuerpo, como escenario de sufrimientos y alegrías, de angustias y calmas, voces y silencios.
Nos encontramos ante una forma de comunicación y expresión por excelencia, como lo dice el bailarín de origen ruso Mijaíl Barysknikov: «…un mundo de nuevos lenguajes, los cuales expanden su flexibilidad y alcance en todas las culturas». Lo anterior se observa en el hecho de que, en cada uno de los juegos dancísticos, es posible encontrar muchísimos lenguajes, jamás suficientes, claro está, para expresar el universo infinito del deseo y la pasión humana.
En un panorama integral de las bellas artes, podemos asegurar que en la combinación de movimiento, danza, imagen, escultura y música, se describe un concepto de educación estética que está determinado por aprender de una forma integral a través del cuerpo y el espíritu, aprender a través de la obra de arte, y aprender a través del proceso creativo.
La danza es una expresión natural y espontánea en el ser humano, así como lo es el movimiento que la impulsa a ser una manifestación común del sujeto, quien a su vez la utiliza (o es utilizado por ella) como una forma de comunicación y expresión, inclusive de aquellas emociones que son difíciles de comunicar con la palabra. La danza, como arte, va más allá de la finitud de lo que simplemente se quiere decir, pues toca el espíritu del hombre.
Desde esta perspectiva, la danza se puede presentar como un elemento que dinamiza la vida del ser humano en múltiples formas: validar y reflejar la organización social, sirve como vehículo para la expresión secular o religiosa, como declaración de valores estéticos y éticos, para lograr propósitos educacionales, para poder conocer una cultura en particular.
Estos elementos característicos sitúan a la danza como una de las artes más ricas en cuanto a expresión y dinamización, pues mediante su conocimiento se puede inferir la dinámica de las diferentes culturas y regiones, y mediante su práctica es posible redimensionar la expresividad cultural de un pueblo.
No podemos dejar de mencionar que la danza se encuentra íntimamente relacionada con la Acción Física Humana, siendo ésta última una de sus manifestaciones culturales. Ambas utilizan el movimiento como campo de acción en el desenvolvimiento corporal y mental del individuo. De igual forma tienen en cuenta el espacio temporal, la ubicación en un escenario determinado, la calidad del movimiento y la forma de su estructura. Muchos movimientos son posibles. Desde los percusivos hasta los sostenidos tienen similar escenario de aparición y ejecución, del mismo modo que muchas esferas del desarrollo humano son influidas desde la misma dinámica de la acción. La danza y la Acción Física Humana son, en consecuencia, un lugar de similares vocabularios e idiomas.
La danza es también impulsora de cambio, pues cada movimiento dancístico representa la expresión de un sujeto, de su individualidad y su coordinación con respecto a la generalidad a la que pertenece. Pero la danza, que en sí misma es creatividad, expresividad, fluidez y armonía, es a la vez exigencia y disciplina, pues la realización máxima de su expresividad está determinada por la precisión de movimientos elegantes, que no es en caso alguno el adiestramiento mecánico del movimiento, sino una forma que hace posible la creación subjetiva de los individuos.
El arte de la danza consiste en una comunicación viva y natural del bailarín que no está condicionado por movimientos rígidos e impuestos por un agente externo, de tal modo que el observador pueda percibir esa descarga de energía en afectos, emociones y sentimientos mediante una serie de actitudes en mímicas, miradas y gestos expresivos. De otra forma, si la mecanización domina en la formación y el cuerpo del artista es condicionado por los maestros para producir un fragmento completo, la expresión se empobrece y, por consecuencia, se manifiesta en un estilo académico, preciso, alejado del valor emocional y viviente de la obra.
Vista así, la danza es un espacio que permea en sí misma la posibilidad del sentimiento, como un encuentro con la emoción y la pasión, como reconquista de lo espiritual y lo corpóreo o trascendencia espiritual del cuerpo, como escenario de sufrimientos y alegrías, de angustias y calmas, voces y silencios.
Nos encontramos ante una forma de comunicación y expresión por excelencia, como lo dice el bailarín de origen ruso Mijaíl Barysknikov: «…un mundo de nuevos lenguajes, los cuales expanden su flexibilidad y alcance en todas las culturas». Lo anterior se observa en el hecho de que, en cada uno de los juegos dancísticos, es posible encontrar muchísimos lenguajes, jamás suficientes, claro está, para expresar el universo infinito del deseo y la pasión humana.
En un panorama integral de las bellas artes, podemos asegurar que en la combinación de movimiento, danza, imagen, escultura y música, se describe un concepto de educación estética que está determinado por aprender de una forma integral a través del cuerpo y el espíritu, aprender a través de la obra de arte, y aprender a través del proceso creativo.
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Jorge Hinojosa (Cd. de México, 1975) Lic. en Artes Plásticas por la Universidad de Guanajuato. Ha expuesto obra pictográfica y fotográfica en Guanajuato, Guadalajara y Monterrey, donde actualmente reside.
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