sábado, 13 de septiembre de 2008
Año 1 | No. 2 | Verano 2008
por Adrián Franco
¿Somos libres para elegir, o estamos sujetos a la voluntad incontenible de la naturaleza, de dios o del destino? ¿Hacemos lo que queremos, o lo que debemos para ser libres? ¿Somos libres en el orden o en el caos? ¿Hacemos lo que pensamos, o lo que la costumbre dicta que pensemos? Físicas, morales, religiosas o espirituales, las ataduras del instinto corroen las venas del ánimo en el mosaico de lo cotidiano, y entonces la voluntad, como bestia metafísica lacerada a campo abierto, corre el riesgo de existir antes que ser: se impone, no se afirma, en la arena misteriosa de la psique, nido gestor de las potencias invisibles que en el fuero interno nos acechan.
Más allá de determinismos absolutos que niegan la libertad por tratarse meramente de un efecto consecuente de un sistema de causas, o un libertinaje que arrope la elección de una forma de actuar cualquiera, lo que denota en el ánimo del ser humano su plenitud de libre albedrío no es tanto el hábito de sus pasiones donde la sensación de vivir resulta más intensa, sino la ausencia de arrepentimiento derivada de la sumatoria de su toma de decisiones.
No se trata de sugerir que el grado de libertad individual sea directamente proporcional a la tasa promedio de nuestras elecciones satisfactorias. Podemos equivocarnos y aún así ejercer la libertad mediante la ausencia de arrepentimiento en tanto seamos concientes de nuestros motivos y las consecuencias que éstos conllevan: ser cautos antes que temerosos; ser plenamente conocedores antes que falsamente humildes para asumir, sin máscaras de por medio, la plena responsabilidad de nuestros actos.
El camino hacia la libertad se desprende así de máscaras, de pretextos, de costumbres morales que apuntan hacia la virtud de lo que en sí mismas consideran bueno, para ir en busca de una visión más amplia, más humana, ordenada en reglas nuevas, propias e individuales, para aprender a reconocer la verdad de una manera dura y a la vez honesta, para palpar la realidad sin resquemores, desde su lado más brillante, lo mismo que su perspectiva más oscura, profunda y desolada.
Porque no basta mirar sólo el sentido positivo y consolador de las cosas. Nuestra interacción con la realidad no puede basarse en información inconclusa, ni mucho menos errónea. Hacerlo nos conduciría inevitablemente a obtener resultados imprevisibles, sujetos de arrepentimiento. Las ideas en sí mismas son intangibles, inofensivas. La voluntad que ponemos en ellas es lo que desencadena un efecto real, liberador, ante nosotros y ante los demás.
Si todas nuestras acciones son en sí mismas precursoras de un beneficio o un daño, vale la pena entonces basar nuestras ideas y decisiones en información clara y sin complejos. Es verdad que no todos los efectos de nuestro libre albedrío derivarán siempre en algo bueno, pero habiéndole abordado desde sus ángulos de luz y sombra, estaremos ejerciendo la plenitud de nuestra libertad: Quien no tenga nada de qué arrepentirse, se habrá despojado de la máscara con que otros se esconden de las futuras consecuencias de sus actos.
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«¡Infortunio para quien ve solamente la máscara! ¡Infortunio para quien ve solamente lo que está oculto detrás de la máscara! La visión perfecta consiste en ver simultáneamente la máscara y detrás de ésta, el rostro abominable»
Nikos Kazantzakis
(1883-1957)
Nikos Kazantzakis
(1883-1957)
¿Somos libres para elegir, o estamos sujetos a la voluntad incontenible de la naturaleza, de dios o del destino? ¿Hacemos lo que queremos, o lo que debemos para ser libres? ¿Somos libres en el orden o en el caos? ¿Hacemos lo que pensamos, o lo que la costumbre dicta que pensemos? Físicas, morales, religiosas o espirituales, las ataduras del instinto corroen las venas del ánimo en el mosaico de lo cotidiano, y entonces la voluntad, como bestia metafísica lacerada a campo abierto, corre el riesgo de existir antes que ser: se impone, no se afirma, en la arena misteriosa de la psique, nido gestor de las potencias invisibles que en el fuero interno nos acechan.
Más allá de determinismos absolutos que niegan la libertad por tratarse meramente de un efecto consecuente de un sistema de causas, o un libertinaje que arrope la elección de una forma de actuar cualquiera, lo que denota en el ánimo del ser humano su plenitud de libre albedrío no es tanto el hábito de sus pasiones donde la sensación de vivir resulta más intensa, sino la ausencia de arrepentimiento derivada de la sumatoria de su toma de decisiones.
No se trata de sugerir que el grado de libertad individual sea directamente proporcional a la tasa promedio de nuestras elecciones satisfactorias. Podemos equivocarnos y aún así ejercer la libertad mediante la ausencia de arrepentimiento en tanto seamos concientes de nuestros motivos y las consecuencias que éstos conllevan: ser cautos antes que temerosos; ser plenamente conocedores antes que falsamente humildes para asumir, sin máscaras de por medio, la plena responsabilidad de nuestros actos.
El camino hacia la libertad se desprende así de máscaras, de pretextos, de costumbres morales que apuntan hacia la virtud de lo que en sí mismas consideran bueno, para ir en busca de una visión más amplia, más humana, ordenada en reglas nuevas, propias e individuales, para aprender a reconocer la verdad de una manera dura y a la vez honesta, para palpar la realidad sin resquemores, desde su lado más brillante, lo mismo que su perspectiva más oscura, profunda y desolada.
Porque no basta mirar sólo el sentido positivo y consolador de las cosas. Nuestra interacción con la realidad no puede basarse en información inconclusa, ni mucho menos errónea. Hacerlo nos conduciría inevitablemente a obtener resultados imprevisibles, sujetos de arrepentimiento. Las ideas en sí mismas son intangibles, inofensivas. La voluntad que ponemos en ellas es lo que desencadena un efecto real, liberador, ante nosotros y ante los demás.
Si todas nuestras acciones son en sí mismas precursoras de un beneficio o un daño, vale la pena entonces basar nuestras ideas y decisiones en información clara y sin complejos. Es verdad que no todos los efectos de nuestro libre albedrío derivarán siempre en algo bueno, pero habiéndole abordado desde sus ángulos de luz y sombra, estaremos ejerciendo la plenitud de nuestra libertad: Quien no tenga nada de qué arrepentirse, se habrá despojado de la máscara con que otros se esconden de las futuras consecuencias de sus actos.
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Adrián Franco (Cd. de México, 1976) Ingeniero y escritor. Ha publicado poesía y traducción en diversos medios impresos y electrónicos de México, e impartido talleres de creación literaria. Fundador del Grupo Cultural Ouroboros. Es editor de la revista Ágora.
Mujeres persas, mujeres francesas o simples féminas actuales
Desde la jerarquización social en los primeros grupos tribales hasta nuestros días, la esclavitud ha jugado un papel difícil de ignorar en los mecanismos que rigen la conformación de las sociedades humanas, en cualquier época y geografía. Charles Louis de Montesquieu, por medio de su obra literaria, retrata las diversas clases de esclavitud a las cuales se encuentra subordinado el ser humano. No se remite únicamente a describir una mera tradición de servidumbre a pesar de que ésta, en efecto, esclaviza y priva al ser humano de hacer valer sus derechos. La esclavitud, propiamente dicha, consiste en «la institución de un derecho que hace a un hombre dueño absoluto de otro hombre, para disponer de sus bienes y hasta de su vida». Sin embargo la esclavitud, afirma Montesquieu, no es útil para el esclavo ni para el amo, ya que ésta termina por dominar a ambos en el plano emocional y motivacional: En el primero fomenta el odio en contra de quien le somete, mientras al último infunde un código de conducta y raciocinio fundamentado en el despotismo.
Diversos aspectos de ésta índole son abordados por el Barón de Montesquieu en su obra las Cartas Persas. Consiste, entre temas políticos, sociales, religiosos, filosóficos e históricos, entre otros, de una gama de elementos diversos para estudiar una determinada sociedad en su conjunto, donde el autor reconoce tres formas de esclavitud: la esclavitud civil, la esclavitud política y la esclavitud doméstica. En lo referente a ésta última, la obra describe y contrasta la vida de las mujeres en Medio Oriente y Europa, durante el siglo XVIII, a través de los personajes de Usbek y Roxana.
El primero sale de Persia para conocer la sociedad francesa y sus costumbres. Las marcadas diferencias que percibe causan en el joven un profundo asombro al comparar los hábitos de la monarquía francesa con la de su país. Roxana, en cambio, por su condición de mujer, debe permanecer en el harén bajo la prohibición de conocer otros estilos de vida, como el francés, impropios para ella desde la perspectiva masculina. Ante esta realidad su propia vida se concentra en la búsqueda por liberarse del absoluto aislamiento al que se le ha destinado. De esta manera, alterar el orden y la disciplina interna del harén se convierte en su objetivo al punto que cada una de las mujeres que le acompañan, habiendo adoptado a Roxana como modelo de emancipación, elije a su vez cómo escapar, conductivamente, de su sometimiento.
¿Cuáles son los factores que propician tal clase de esclavitud? Tradicionalmente, la servidumbre doméstica se encuentra encabezada por la mujer, la cual tiene que permanecer sometida a las leyes que le impone el género masculino en aras de gobernar. Esta subordinación ocurre principalmente en Asia y África, donde, según Montesquieu, no existen leyes de prohibición a la poligamia, lo cual es visto por el filósofo como un retroceso en la evolución humana, que más comúnmente se presenta en países donde la costumbre de poseer varias mujeres altera el orden natural. La servidumbre doméstica, entonces, acarrea en consecuencia un desequilibrio social. Para fundamentar dicha tesis Montesquieu atribuye las causas a la riqueza, la pobreza, la ignorancia y el desarrollo de la mujer en las zonas de climas cálidos, entre otras.
La poligamia, según el autor, es propicia también en los regímenes autoritarios: «La servidumbre de las mujeres se ajusta bien a la índole del gobierno despótico, dado en todo al abuso. En todas las épocas se ha visto en Asia que marchaban a la par la servidumbre doméstica y el gobierno despótico”, y no en la república, agrega, donde hay igualdad entre hombres y mujeres, por lo que “Mirando la poligamia desde un punto de vista general […] no es útil para el género humano en general ni para ninguno de los sexos en particular».
En las Cartas Persas el servilismo es un claro ejemplo del despotismo ante el cual se rebelan las mujeres del serrallo, cansadas del encierro físico e ideológico que les prohíbe expresar sus pensamientos y desacuerdos ante las normas sociales que favorecen la condición del sexo “fuerte”, al tiempo que les impide crecer como entidades independientes. Son concientes de que el hombre, aún con la libertad que disfruta, se encuentra dominado por sus pasiones: «[…] Usbek, no imagines que tu situación sea más feliz que la mía; disfruto aquí de mil placeres que desconoces; […] he vivido, y tú te has limitado a languidecer […] Incluso en la cárcel donde me retienes, soy más libre que tú; tus sospechas, celos y pesares, dan otras tantas señales de servidumbre». Y es así como, a su manera, la mujer se libera del cautiverio al comprobar las ataduras que ciñen la vida del tirano.
Es tal el sometimiento de las mujeres, que su conocimiento del mundo se limita a aquél que sólo han visto a través de los ojos del hombre que sale del serrallo. Usbek, en un intento por justificar su dominio, explica a Roxana las relajadas costumbres de las damas europeas: «[…] las mujeres han perdido aquí toda moderación, se presentan ante los hombres con el rostro descubierto como si pidieran a gritos su derrota. Sí, Roxana, si estuvieras aquí os sentirías ultrajada al ver la ignominia en que ha caído vuestro sexo. Huirías de este lugar y suspirarías por el dulce retiro en que encontráis la inocencia […], finalmente podéis amarme sin temer perder jamás el clamor que me debéis».
El amor es visto aquí también como una imposición. Usbek no se detiene en ningún momento a preguntarse cuál es la opinión que guarda Roxana, si está en desacuerdo o no con la conducta de la mujer francesa. Para él, la sociedad europea es inadecuada, mas no así la persa. La mujer adquiere entonces un valor comercial, nunca humano; es simple mercancía para el goce del mejor postor al interior de una cárcel dorada de la que no saldrá nunca: «Ayer, los armenios trajeron al serrallo a una joven esclava de Circasia para venderla, yo la conduje a las habitaciones secretas, la desnudé y la examiné con mirada de juez; cuanto más la examinaba más descubría en ella más encantos, un pudor virginal parecía querer ocultarlos ante mi vista». De esta manera, el servilismo femenino continúa ya sea como esclava de comerciantes o de un harén; allá o aquí la mujer se encuentra sujeta al dominio social masculino.
Toda opresión tiene su propio límite al punto de provocar que el esclavo se subleve ante el opresor. En las Cartas Persas cada una de las mujeres busca su propia forma de liberarse: «Zelis, al ir hace unos días a Mosqué, dejó caer su velo, quedando ante todo el mundo con el rostro casi al descubierto. Me he encontrado a Zachi acostada con una de las esclavas, a pesar de lo prohibido que ésto está por las leyes del harén […] Ayer por la noche encontraron en el jardín del harén a un muchacho que escapó saltando por encima de las tapias».
También se presentan mujeres que encuentran en la muerte su liberación no sin antes expresar sus verdaderos pensamientos: «Sí, te he engañado. […] ¿Cómo has podido pensar que yo iba a ser tan crédula como para imaginarme que estaba en el mundo sólo para adorar tus caprichos? ¿Que mientras tú te permites todo, tienes el derecho de despreciar mis deseos? ¡No! He podido vivir en la esclavitud pero siempre he sido libre: he modificado todas tus leyes de acuerdo con la naturaleza y mi espíritu se ha mantenido siempre independiente».
El autor nos muestra cómo la mujer, tanto en un régimen como en otro, carece de valor, es vista como simple objeto de bellos ornamentos para lucir en sociedad. En la república, la mujer es libre y a la vez prisionera de las costumbres, finas cadenas a las cuales debe someterse. En la monarquía se vale de sus atractivos para sobrevivir entre un mundo de apariencias, como lo fue el siglo XVIII. Y por último, en un régimen despótico, son simple artículo de lujo; ya sean europeas u orientales, no cuentan con voz propia para lograr su libertad, continúan atadas a las normas sociales impuestas por aquéllos que dominan.
Las mujeres personificadas en las Cartas Persas resultan el arquetipo femenino prevaleciente en la sociedad a través de la historia, donde sólo hay que mirar alrededor y cuestionar si verdaderamente se ha dado un valor trascendental a la mujer. Habrá que preguntarse si hoy día persiste el despotismo que subyuga avalado por la ley, o si se percibe un proceso de cambio a largo o corto plazo que favorezca o dignifique la condición femenina al desempeñar su papel de madre, ama de casa, profesionista o empresaria, entre otros, dentro de la sociedad.
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Susana Rodríguez Landeros (Jerez, Zac., 1971) Lic. en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Es miembro del Grupo Cultural Atenea Comunicación Literaria.
Elizabeth Barret Browning (1806-1861)
por Adrián Franco
Nacida en la Inglaterra del siglo XIX en el seno de una acaudalada familia, Elizabeth Barret, no obstante haber vivido una infancia privilegiada, mostró desde muy temprana edad un fuerte apego a la literatura. Antes de cumplir diez años había leído ya a los principales exponentes de las letras grecolatinas, así como el Infierno de Dante, todos ellos en sus idiomas originales. En forma casi autodidacta aprendió también hebreo para leer el Antiguo Testamento. Su obra habría de reflejar más tarde éstas y otras influencias, como Paine, Voltaire, Rousseau y Wollstonecraft. Su fuerte identificación intelectual con la literatura griega clásica era sólo equilibrada por una profunda religiosidad a la que ella misma definiría como No la profunda persuasión del apacible cristiano, sino la indomable visión del entusiasta.
Entre sus principales títulos se cuentan El Serafín y otros Poemas, Sonetos del Portugués (dedicado a su esposo, el también poeta Robert Browning), Aurora Leigh, Las Ventanas de la Casa Guidi y Poemas Ante el Congreso. Aquejada desde su infancia por problemas de salud que se vieron agudizados en 1838, renunció a la herencia de su padre para contraer matrimonio con Robert Browning y radicar en Florencia, Italia, donde su obra poética lanzó fuertes cuestionamientos al control austriaco sobre el pueblo italiano, así como la indiferencia política de Inglaterra ante el conflicto. Hasta la fecha se le reconoce no sólo como una notable poeta, sino como una férrea defensora de la libertad intelectual.
The Meaning Of The Look
I think that look of Christ might seem to say —
'Thou Peter ! art thou then a common stone
which I at last must break my heart upon
for all God's charge to his high angels may
guard my foot better ? Did I yesterday
wash thy feet, my beloved, that they should run
quick to deny me 'neath the morning sun ?
And do thy kisses, like the rest, betray ?
The cock crows coldly. —GO, and manifest
a late contrition, but no bootless fear !
For when thy final need is dreariest,
thou shalt not be denied, as I am here;
my voice to God and angels shall attest,
pecause I KNOW this man, let him be clear .'
El Sentido de la Mirada
Creo que la mirada de Cristo pareciera decir —
¡Tú, Pedro! ¿Eres entonces la roca común
sobre la que al final he de aplastar mi corazón,
y así la encomienda de Dios a sus ángeles
sea cuidar mejor mis pasos? ¿Acaso no ayer
lavé tus pies, amado mío, que ahora deben ir
prontos a negarme bajo el sol de la aurora?
¿Y acaso no tus besos, como el resto, me traicionan?
El gallo canta con frialdad. —¡VE, y manifiesta
un arrepentimiento tardío, pero no un miedo descalzo!
Pues cuando tu última necesidad sea la más triste,
no habrás de ser negado, en tanto yo esté aquí;
mi voz a Dios y los ángeles atestará,
porque CONOZCO a este hombre, déjenlo ser en paz.
Versión: Adrián Franco
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Nacida en la Inglaterra del siglo XIX en el seno de una acaudalada familia, Elizabeth Barret, no obstante haber vivido una infancia privilegiada, mostró desde muy temprana edad un fuerte apego a la literatura. Antes de cumplir diez años había leído ya a los principales exponentes de las letras grecolatinas, así como el Infierno de Dante, todos ellos en sus idiomas originales. En forma casi autodidacta aprendió también hebreo para leer el Antiguo Testamento. Su obra habría de reflejar más tarde éstas y otras influencias, como Paine, Voltaire, Rousseau y Wollstonecraft. Su fuerte identificación intelectual con la literatura griega clásica era sólo equilibrada por una profunda religiosidad a la que ella misma definiría como No la profunda persuasión del apacible cristiano, sino la indomable visión del entusiasta.
Entre sus principales títulos se cuentan El Serafín y otros Poemas, Sonetos del Portugués (dedicado a su esposo, el también poeta Robert Browning), Aurora Leigh, Las Ventanas de la Casa Guidi y Poemas Ante el Congreso. Aquejada desde su infancia por problemas de salud que se vieron agudizados en 1838, renunció a la herencia de su padre para contraer matrimonio con Robert Browning y radicar en Florencia, Italia, donde su obra poética lanzó fuertes cuestionamientos al control austriaco sobre el pueblo italiano, así como la indiferencia política de Inglaterra ante el conflicto. Hasta la fecha se le reconoce no sólo como una notable poeta, sino como una férrea defensora de la libertad intelectual.
The Meaning Of The Look
I think that look of Christ might seem to say —
'Thou Peter ! art thou then a common stone
which I at last must break my heart upon
for all God's charge to his high angels may
guard my foot better ? Did I yesterday
wash thy feet, my beloved, that they should run
quick to deny me 'neath the morning sun ?
And do thy kisses, like the rest, betray ?
The cock crows coldly. —GO, and manifest
a late contrition, but no bootless fear !
For when thy final need is dreariest,
thou shalt not be denied, as I am here;
my voice to God and angels shall attest,
pecause I KNOW this man, let him be clear .'
El Sentido de la Mirada
Creo que la mirada de Cristo pareciera decir —
¡Tú, Pedro! ¿Eres entonces la roca común
sobre la que al final he de aplastar mi corazón,
y así la encomienda de Dios a sus ángeles
sea cuidar mejor mis pasos? ¿Acaso no ayer
lavé tus pies, amado mío, que ahora deben ir
prontos a negarme bajo el sol de la aurora?
¿Y acaso no tus besos, como el resto, me traicionan?
El gallo canta con frialdad. —¡VE, y manifiesta
un arrepentimiento tardío, pero no un miedo descalzo!
Pues cuando tu última necesidad sea la más triste,
no habrás de ser negado, en tanto yo esté aquí;
mi voz a Dios y los ángeles atestará,
porque CONOZCO a este hombre, déjenlo ser en paz.
Versión: Adrián Franco
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Adrián Franco (Cd. de México, 1976) Ingeniero y escritor. Ha publicado poesía y traducción en diversos medios impresos y electrónicos de México, e impartido talleres de creación literaria. Fundador del Grupo Cultural Ouroboros. Es editor de la revista Ágora.
Nikos Kazantzakis (1887 - 1957)
por Adrián Franco
«Tenemos el deber, más allá de nuestras preocupaciones personales, más allá de nuestros hábitos cómodos, de fijarnos uno bjetivo por sobre nosotros mismos, y esforzarnos por alcanzarlo, desdeñando las risas, el hambre y la muerte. No sólo alcanzarlo. Un alma altiva cuando alcanza su objetivo, lo desplaza aún más lejos. No alcanzarlo, sino no detenernos nunca en nuestra ascensión. Es el único medio de dar nobleza y unidad a la vida»
Nikos Kazantzakis
Carta al Greco (1961)
Para conocer en su justa dimensión la obra de un artista es preciso adentrarnos no sólo en la revisión objetiva y puntual de sus trabajos, sino también en el contexto de su vida como nutriente motivador para las raíces de su arte. La búsqueda de la concordancia entre lo expresado y lo vivido es, en gran medida, el elemento que arropa de un valor ajeno de la estética visual o auditiva al legado de aquellos hombres y mujeres cuya trascendencia parte de su visión particular del mundo, expresada a través de su obra, pero también reflejada en los cánones de su individualidad ética, social y espiritual. Sólo así podemos concebir al artista total: no como un prodigio que hace arte; más bien vive su arte.
Ejemplo innegable de la ascética intelectual es Nikos Kazantzakis. Nacido en 1883 en lo que era, bajo dominio Otomano, la ciudad de Megalokastro, hoy Iraklión, capital de Creta, a Kazantzakis se lo considera, con toda justicia, referente primordial de la cultura griega contemporánea, además de uno de los más grandes exponentes de la literatura universal. No obstante haber incursionado en una extraordinaria variedad de géneros que va desde la poesía hasta reseñas de viajes, se lo conoce más comúnmente por sus novelas. En 1957 Albert Camus, luego de haber recibido el premio Nobel, declaró que Kazantzakis merecía el premio “cien veces más que él”. Kazantzakis lo perdió por un voto de diferencia.
A pesar de lo amplio de su obra, gran parte de ésta no ha sido traducida aún al castellano. Sus títulos más conocidos, como consecuencia directa de sus respectivas adaptaciones cinematográficas, son Alexis Zorba, el Griego (1946) Cristo de Nuevo Crucificado (1954) y La Última Tentación (1955). Si bien en esta tríada no puede englobarse toda la obra de Kazantzakis, en su conjunto revela las grandes pasiones intelectuales y espirituales que el autor cinceló a lo largo de su vida como resultado de sus viajes, sus maestros y los momentos históricos que pudo atestiguar con la templanza de quien sabe distinguir el mal y el sufrimiento no como una postura partidaria en medio demovimientos y conflictos nacionalistas, sino como parte intrínseca de la esencia humana.
Es así como la lucha por la libertad se convierte en el eje primario de la filosofía literaria de Nikos Kazantzakis. Obligado a abandonar Creta desde muy joven a consecuencia de las constantes revueltas en oposición a la ocupación turca, jamás abandonó sus raíces griegas como componente básico de su obra. Pudiera decirse más bien que su herencia helenística compone los cimientos de una filosofía moderna plasmada a través de la literatura, profundamente influenciado por personajes europeos como Schoppenhauer, Nietzsche, Bergson (con quien estudió de 1907 a 1909 en el Colegio de Francia), así como por pensadores religiosos como Cristo y Buda, lo mismo que filósofos musulmanes, chinos y japoneses. Aunado al bagaje ideológico, su profundo conocimiento del inglés, alemán, francés, italiano y castellano le permitió profundizar en la obra de autores a quienes tradujo al griego moderno, como Homero, Platón, Dante, Shakespeare, Maquiavelo, Goethe, Dickens, Nietzsche, Bergson, William James, Verne, Cocteau, García Lorca, Machado, Jorge Zalamea, entre varios otros. El arco que cierra la esfera de su visión intelectual del mundo queda plasmado en la serie de viajes que realizó a lo largo de su vida como parte de su búsqueda de conocimiento de los pueblos y las culturas. Visitó Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Grecia, Italia, Holanda, Portugal, Suiza, la Unión Soviética, Yugoslavia, China, Japón, Palestina y Egipto. La única razón por la que no visitó el continente americano fue la negativa del gobierno griego a expedirle el pasaporte.
La grandeza de Kazantzakis estriba, entre otras razones, en haber sido capaz de trasladar la vastedad de su conocimiento y experiencias a lo más íntimo del ser humano, a una búsqueda por lo esencial antes que la fútil persecución de la lujuria social y política, y así acceder a la trascendencia de la liberación, mediante la lucha por un objetivo superior a la cotidianidad desprendida del carácter oscuro, indiferente, que atañe la derrota del espíritu del hombre. En 1952, en una carta escrita a su amigo Börge Knos, Kazantzakis explicaba:
«El tema principal, casi único, de toda mi obra es: el combate del hombre con Dios, la lucha encarnizada del gusano que se llama hombre contra las fuerzas todopoderosas y tenebrosas que se encuentran en él y en torno de él; la obstinación, la lucha, la tenacidad de la pequeña chispa que trata de horadar y de vencer la inmensa Nada eterna; la lucha y la angustia por transformar las tinieblas en luz, la esclavitud en libertad. Inconscientemente, todo lo que yo escribí durante la ocupación nazi, fue sobre la libertad, la sed, el anhelo profundo de libertad: Prometeo, Zorba, Constantino Paleólogo, etc. Cuando los comuneros le preguntaron a Renoir qué hacía él durante la Comuna, contestó: Pintaba flores, pintaba la libertad».
Y es precisamente en esa libertad donde Kazantzakis concibe la coherencia armónica del ser humano, no en el terreno de las victorias geográficas ni ideológicas, sino en la arena de la carne y el espíritu, de la virtud ascética y el instinto primitivo, donde arde la llama de la conciencia y se gesta el grito de primacía del conocimiento, como plasmó en 1927, en Ascesis, Salvatores Dei: «Un solo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo». En Toda-Raba amplía esta línea de pensamiento: «No debemos amar a los hombres, sino a la llama que no es humana y que los hace arder. No debemos luchar por la humanidad, sino por la llama que transforma en fuego a esta paja húmeda, inquieta, ridícula, a la que llamamos Humanidad». Así como Nietzsche, para alcanzar el superhombre, se autodestruye para renacer como un hombre nuevo, Kazantzakis, a partir de la conquista de la libertad del espíritu, visualiza la construcción de un mundo diferente.
«Eso es la libertad. Tener una pasión, amontonar monedas de oro, y repentinamente dominar la pasión y arrojar el tesoro a todos los vientos. Librarse de una pasión para someterse a otra, más noble. Pero, ¿no es ésta, también una forma de esclavitud? ¿Brindarse en aras de una idea, de la raza, de Dios? ¿O es que cuanto más alto se halle el amo más se alarga la cuerda de nuestra esclavitud? Podremos así holgarnos y retozar en unas arenas más amplias y morir sin haber hallado el extremo de la cuerda. ¿Acaso sería eso lo que llamamos libertad?» Alexis Zorba, el Griego (1946).
En efecto, lo que Kazantzakis plasmó en su vida y obra fue la conquista de una libertad interior, instrospectiva, no fundada en el temor a lo divino ni en la esperanza moral compensatoria. Antes de morir, en 1957, escribió su epitafio: «¡No espero nada, no temo nada, soy libre!»
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«Tenemos el deber, más allá de nuestras preocupaciones personales, más allá de nuestros hábitos cómodos, de fijarnos uno bjetivo por sobre nosotros mismos, y esforzarnos por alcanzarlo, desdeñando las risas, el hambre y la muerte. No sólo alcanzarlo. Un alma altiva cuando alcanza su objetivo, lo desplaza aún más lejos. No alcanzarlo, sino no detenernos nunca en nuestra ascensión. Es el único medio de dar nobleza y unidad a la vida»
Nikos Kazantzakis
Carta al Greco (1961)
Para conocer en su justa dimensión la obra de un artista es preciso adentrarnos no sólo en la revisión objetiva y puntual de sus trabajos, sino también en el contexto de su vida como nutriente motivador para las raíces de su arte. La búsqueda de la concordancia entre lo expresado y lo vivido es, en gran medida, el elemento que arropa de un valor ajeno de la estética visual o auditiva al legado de aquellos hombres y mujeres cuya trascendencia parte de su visión particular del mundo, expresada a través de su obra, pero también reflejada en los cánones de su individualidad ética, social y espiritual. Sólo así podemos concebir al artista total: no como un prodigio que hace arte; más bien vive su arte.
Ejemplo innegable de la ascética intelectual es Nikos Kazantzakis. Nacido en 1883 en lo que era, bajo dominio Otomano, la ciudad de Megalokastro, hoy Iraklión, capital de Creta, a Kazantzakis se lo considera, con toda justicia, referente primordial de la cultura griega contemporánea, además de uno de los más grandes exponentes de la literatura universal. No obstante haber incursionado en una extraordinaria variedad de géneros que va desde la poesía hasta reseñas de viajes, se lo conoce más comúnmente por sus novelas. En 1957 Albert Camus, luego de haber recibido el premio Nobel, declaró que Kazantzakis merecía el premio “cien veces más que él”. Kazantzakis lo perdió por un voto de diferencia.
A pesar de lo amplio de su obra, gran parte de ésta no ha sido traducida aún al castellano. Sus títulos más conocidos, como consecuencia directa de sus respectivas adaptaciones cinematográficas, son Alexis Zorba, el Griego (1946) Cristo de Nuevo Crucificado (1954) y La Última Tentación (1955). Si bien en esta tríada no puede englobarse toda la obra de Kazantzakis, en su conjunto revela las grandes pasiones intelectuales y espirituales que el autor cinceló a lo largo de su vida como resultado de sus viajes, sus maestros y los momentos históricos que pudo atestiguar con la templanza de quien sabe distinguir el mal y el sufrimiento no como una postura partidaria en medio demovimientos y conflictos nacionalistas, sino como parte intrínseca de la esencia humana.
Es así como la lucha por la libertad se convierte en el eje primario de la filosofía literaria de Nikos Kazantzakis. Obligado a abandonar Creta desde muy joven a consecuencia de las constantes revueltas en oposición a la ocupación turca, jamás abandonó sus raíces griegas como componente básico de su obra. Pudiera decirse más bien que su herencia helenística compone los cimientos de una filosofía moderna plasmada a través de la literatura, profundamente influenciado por personajes europeos como Schoppenhauer, Nietzsche, Bergson (con quien estudió de 1907 a 1909 en el Colegio de Francia), así como por pensadores religiosos como Cristo y Buda, lo mismo que filósofos musulmanes, chinos y japoneses. Aunado al bagaje ideológico, su profundo conocimiento del inglés, alemán, francés, italiano y castellano le permitió profundizar en la obra de autores a quienes tradujo al griego moderno, como Homero, Platón, Dante, Shakespeare, Maquiavelo, Goethe, Dickens, Nietzsche, Bergson, William James, Verne, Cocteau, García Lorca, Machado, Jorge Zalamea, entre varios otros. El arco que cierra la esfera de su visión intelectual del mundo queda plasmado en la serie de viajes que realizó a lo largo de su vida como parte de su búsqueda de conocimiento de los pueblos y las culturas. Visitó Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Grecia, Italia, Holanda, Portugal, Suiza, la Unión Soviética, Yugoslavia, China, Japón, Palestina y Egipto. La única razón por la que no visitó el continente americano fue la negativa del gobierno griego a expedirle el pasaporte.
La grandeza de Kazantzakis estriba, entre otras razones, en haber sido capaz de trasladar la vastedad de su conocimiento y experiencias a lo más íntimo del ser humano, a una búsqueda por lo esencial antes que la fútil persecución de la lujuria social y política, y así acceder a la trascendencia de la liberación, mediante la lucha por un objetivo superior a la cotidianidad desprendida del carácter oscuro, indiferente, que atañe la derrota del espíritu del hombre. En 1952, en una carta escrita a su amigo Börge Knos, Kazantzakis explicaba:
«El tema principal, casi único, de toda mi obra es: el combate del hombre con Dios, la lucha encarnizada del gusano que se llama hombre contra las fuerzas todopoderosas y tenebrosas que se encuentran en él y en torno de él; la obstinación, la lucha, la tenacidad de la pequeña chispa que trata de horadar y de vencer la inmensa Nada eterna; la lucha y la angustia por transformar las tinieblas en luz, la esclavitud en libertad. Inconscientemente, todo lo que yo escribí durante la ocupación nazi, fue sobre la libertad, la sed, el anhelo profundo de libertad: Prometeo, Zorba, Constantino Paleólogo, etc. Cuando los comuneros le preguntaron a Renoir qué hacía él durante la Comuna, contestó: Pintaba flores, pintaba la libertad».
Y es precisamente en esa libertad donde Kazantzakis concibe la coherencia armónica del ser humano, no en el terreno de las victorias geográficas ni ideológicas, sino en la arena de la carne y el espíritu, de la virtud ascética y el instinto primitivo, donde arde la llama de la conciencia y se gesta el grito de primacía del conocimiento, como plasmó en 1927, en Ascesis, Salvatores Dei: «Un solo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo». En Toda-Raba amplía esta línea de pensamiento: «No debemos amar a los hombres, sino a la llama que no es humana y que los hace arder. No debemos luchar por la humanidad, sino por la llama que transforma en fuego a esta paja húmeda, inquieta, ridícula, a la que llamamos Humanidad». Así como Nietzsche, para alcanzar el superhombre, se autodestruye para renacer como un hombre nuevo, Kazantzakis, a partir de la conquista de la libertad del espíritu, visualiza la construcción de un mundo diferente.
«Eso es la libertad. Tener una pasión, amontonar monedas de oro, y repentinamente dominar la pasión y arrojar el tesoro a todos los vientos. Librarse de una pasión para someterse a otra, más noble. Pero, ¿no es ésta, también una forma de esclavitud? ¿Brindarse en aras de una idea, de la raza, de Dios? ¿O es que cuanto más alto se halle el amo más se alarga la cuerda de nuestra esclavitud? Podremos así holgarnos y retozar en unas arenas más amplias y morir sin haber hallado el extremo de la cuerda. ¿Acaso sería eso lo que llamamos libertad?» Alexis Zorba, el Griego (1946).
En efecto, lo que Kazantzakis plasmó en su vida y obra fue la conquista de una libertad interior, instrospectiva, no fundada en el temor a lo divino ni en la esperanza moral compensatoria. Antes de morir, en 1957, escribió su epitafio: «¡No espero nada, no temo nada, soy libre!»
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Adrián Franco (Cd. de México, 1976) Ingeniero y escritor. Ha publicado poesía y traducción en diversos medios impresos y electrónicos de México, e impartido talleres de creación literaria. Fundador del Grupo Cultural Ouroboros. Es editor de la revista Ágora.
Paganismo y religión
Café literario
Adentrarnos en el terreno de la fe implica desprendernos de nociones y connotaciones que difícilmente daríamos por sentadas en el plano de la lógica, y sin embargo una aplastante mayoría de la población mundial se afirma seguidora de alguna religión en particular. En el hemisferio occidental, y más específicamente en los países latinoamericanos, la práctica del catolicismo y otras doctrinas derivadas del cristianismo representa incluso un papel crucial de la identidad cultural de los pueblos. No obstante haber sido impuesta por medio de métodos en ocasiones brutales, el apego de los pueblos conquistados a la fe traída por los europeos se mantiene hasta la fecha como una constante sociológica. ¿Se trató acaso de una aplastante victoria ideológica? ¿Eran aquéllos pueblos fácilmente influenciables? Más que apuntar hacia un sí o un no, la respuesta debe remitirnos a las características esenciales de las transiciones espirituales de los pueblos de la antigüedad: el mito y el ritual como piedras angulares del dogma de fe. Más que una conversión absoluta al catolicismo, el proceso de evangelización en Mesoamérica consistió en la transferencia de los elementos de una a otra fe por medio del mito representado en formas ritualísticas precolombinas. Si consideramos que, en términos estrictamente lingüísticos, el paganismo proviene de la denominación que se otorgaba a todo aquel que practicase una fe distinta de la cristiana en el siglo IV d.C., podemos inferir dos conclusiones directas: La primera, el uso de rituales precolombinos para rendir culto a dios en la actualidad implica el reconocimiento de una práctica religiosa pagana. La segunda conclusión nos lleva a determinar que la verdad última e irrefutable, en términos de fe, sería aquella dictada por el catolicismo. Esto debe conducirnos hacia una línea de pensamiento más profunda para cuestionar, sin ánimo de desacreditar, las bases simbólicas que sustentan argumentativamente una aseveración de tal magnitud: ¿De dónde provienen los mitos que demuestran (o cuando menos sugieren) la existencia de un dios único y verdadero? La mejor fuente de información se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamento, compuestos de textos que, según dicta la tradición, fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo. Sin embargo, lo que podemos encontrar en ellos es, en resumidas cuentas, una muestra más de la transición de los dogmas de fe por medio del mito como metáfora existencial a lo largo de los tiempos. Ejemplo de ello es la fábula de Moisés. La historia que de él plasma el Antiguo Testamento fue escrita siglos antes por los Sumerios, en referencia al rey Sargón de Akkad, quien, como Moisés, fue depositado en un canasto de juncos y dejado a la deriva del río Éufrates, hasta que fue rescatado por quien habría de criarlo y adoptarlo para que cumpliera su destino. La misma clase de leyenda aplica a Perseo, arrojado al mar por su abuelo; y lo mismo sucede con Rómulo y Remo, arrojados al Tíber. Un ejemplo más se halla en el diluvio universal, que también forma parte de la historia sumeria: los dioses deciden destruir a la humanidad a causa de las muchas faltas cometidas por ésta, sin embargo el dios Enki advierte al rey Shuruppak y le ordena la construcción de una nave dónde salvaguardar a su familia, junto con animales y plantas de todas las clases. ¿No son éstas también nociones paganas? ¿A qué obedece entonces el apego a la fábula del pasado para adoptar el mito del presente? La respuesta quizá radique no tanto en el dictamen de una verdad religiosa única e irrefutable, sino en el espíritu de libertad de los pueblos sometidos ideológica y espiritualmente; en el instinto de conservación de la identidad histórica; o tal vez, simplemente, en el entramado de la psique humana proyectado una y otra vez en el mito universal.
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Foro Café
Adentrarnos en el terreno de la fe implica desprendernos de nociones y connotaciones que difícilmente daríamos por sentadas en el plano de la lógica, y sin embargo una aplastante mayoría de la población mundial se afirma seguidora de alguna religión en particular. En el hemisferio occidental, y más específicamente en los países latinoamericanos, la práctica del catolicismo y otras doctrinas derivadas del cristianismo representa incluso un papel crucial de la identidad cultural de los pueblos. No obstante haber sido impuesta por medio de métodos en ocasiones brutales, el apego de los pueblos conquistados a la fe traída por los europeos se mantiene hasta la fecha como una constante sociológica. ¿Se trató acaso de una aplastante victoria ideológica? ¿Eran aquéllos pueblos fácilmente influenciables? Más que apuntar hacia un sí o un no, la respuesta debe remitirnos a las características esenciales de las transiciones espirituales de los pueblos de la antigüedad: el mito y el ritual como piedras angulares del dogma de fe. Más que una conversión absoluta al catolicismo, el proceso de evangelización en Mesoamérica consistió en la transferencia de los elementos de una a otra fe por medio del mito representado en formas ritualísticas precolombinas. Si consideramos que, en términos estrictamente lingüísticos, el paganismo proviene de la denominación que se otorgaba a todo aquel que practicase una fe distinta de la cristiana en el siglo IV d.C., podemos inferir dos conclusiones directas: La primera, el uso de rituales precolombinos para rendir culto a dios en la actualidad implica el reconocimiento de una práctica religiosa pagana. La segunda conclusión nos lleva a determinar que la verdad última e irrefutable, en términos de fe, sería aquella dictada por el catolicismo. Esto debe conducirnos hacia una línea de pensamiento más profunda para cuestionar, sin ánimo de desacreditar, las bases simbólicas que sustentan argumentativamente una aseveración de tal magnitud: ¿De dónde provienen los mitos que demuestran (o cuando menos sugieren) la existencia de un dios único y verdadero? La mejor fuente de información se encuentra en el Antiguo y Nuevo Testamento, compuestos de textos que, según dicta la tradición, fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo. Sin embargo, lo que podemos encontrar en ellos es, en resumidas cuentas, una muestra más de la transición de los dogmas de fe por medio del mito como metáfora existencial a lo largo de los tiempos. Ejemplo de ello es la fábula de Moisés. La historia que de él plasma el Antiguo Testamento fue escrita siglos antes por los Sumerios, en referencia al rey Sargón de Akkad, quien, como Moisés, fue depositado en un canasto de juncos y dejado a la deriva del río Éufrates, hasta que fue rescatado por quien habría de criarlo y adoptarlo para que cumpliera su destino. La misma clase de leyenda aplica a Perseo, arrojado al mar por su abuelo; y lo mismo sucede con Rómulo y Remo, arrojados al Tíber. Un ejemplo más se halla en el diluvio universal, que también forma parte de la historia sumeria: los dioses deciden destruir a la humanidad a causa de las muchas faltas cometidas por ésta, sin embargo el dios Enki advierte al rey Shuruppak y le ordena la construcción de una nave dónde salvaguardar a su familia, junto con animales y plantas de todas las clases. ¿No son éstas también nociones paganas? ¿A qué obedece entonces el apego a la fábula del pasado para adoptar el mito del presente? La respuesta quizá radique no tanto en el dictamen de una verdad religiosa única e irrefutable, sino en el espíritu de libertad de los pueblos sometidos ideológica y espiritualmente; en el instinto de conservación de la identidad histórica; o tal vez, simplemente, en el entramado de la psique humana proyectado una y otra vez en el mito universal.
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Calentamiento global
Café Literario
A lo largo de la última mitad del siglo XX hasta nuestros días, el movimiento ambientalista se ha globalizado a la par de los efectos por el incremento en la temperatura atmosférica. Las circunstancias son ampliamente conocidas, aunque podemos A cuestionar el conocimiento pleno de las consecuencias si no existe previamente un análisis puntual de las causas. Detrás del hecho irrefutable de que las emisiones de gases carbónicos, en su mayoría resultante del uso indiscriminado de combustibles fósiles, son en su conjunto causales del efecto invernadero, queda por replantear el grado de responsabilidad de quienes, directa o indirectamente, somos un eslabón más en la cadena del deterioro ambiental. Es indudable que se trata de un problema grave, y que los distintos vaticinios sobre sus consecuencias inmediatas anuncian desde ahora desajustes naturales en determinadas zonas geográficas cuyos efectos socales repercutirán también en una escala global. Los discursos en pos de una solución emergente están en boga, en tanto la polarización entre grupos ambientalistas, naciones industrializadas y la industria energética, sugiere puntos de inflexión a partir de un argumento real y sin embargo paradójico: Ninguna de las partes desconoce ni minimiza el problema. Por el contrario, alientan el discurso de una solución limpia y económicamente rentable, en tanto se sugieren medidas precautorias a nuestros hábitos para ser puestas en práctica desde el entorno doméstico. La solución final, no obstante, sigue acaparando la atención generalizada, y mientras más se la busca tanto más es el vacío que en sí mismo encierra la discrepancia entre el discurso esperanzador y la realidad inminente, y entonces el círculo se cierra: llueven dudas razonables sobre el compromiso de la industria energética y las naciones industrializadas al tiempo que, seamos activistas ambientales o no, es imposible abstraernos del motor que mueve al mundo para elevar (o en su defecto mantener) nuestra calidad de vida. Afrontamos entonces dos retos globalizados: uno ambiental y otro de índole social. Aunque en el papel la solución de uno implica la afectación del otro, bien podemos considerarlo desde una perspectiva diferente, no inmediata, racional y pragmática. Así como la naturaleza tiende al equilibrio por medio de la interacción de diversos sistemas, la búsqueda de una solución a la amenaza por el cambio climático debe ser en sí misma un modelo congruente con la sistematización de la economía global. Antes que la aplicación de una solución técnica para reducir dramáticamente las emisiones de gases carbónicos a la atmósfera, es preciso replantear también el equilibrio geográfico de los beneficios que, en términos de desarrollo, acarrea el actual modelo económico globalizado. Quizá un enfoque en pro del equilibrio natural en busca del equilibrio social no sólo repercuta en un desarrollo económico sostenible; quizá sea ésta la oportunidad de aspirar, globalmente hablando, a dirigir nuestros esfuerzos hacia un desarrollo integral humano.
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Foro Café
A lo largo de la última mitad del siglo XX hasta nuestros días, el movimiento ambientalista se ha globalizado a la par de los efectos por el incremento en la temperatura atmosférica. Las circunstancias son ampliamente conocidas, aunque podemos A cuestionar el conocimiento pleno de las consecuencias si no existe previamente un análisis puntual de las causas. Detrás del hecho irrefutable de que las emisiones de gases carbónicos, en su mayoría resultante del uso indiscriminado de combustibles fósiles, son en su conjunto causales del efecto invernadero, queda por replantear el grado de responsabilidad de quienes, directa o indirectamente, somos un eslabón más en la cadena del deterioro ambiental. Es indudable que se trata de un problema grave, y que los distintos vaticinios sobre sus consecuencias inmediatas anuncian desde ahora desajustes naturales en determinadas zonas geográficas cuyos efectos socales repercutirán también en una escala global. Los discursos en pos de una solución emergente están en boga, en tanto la polarización entre grupos ambientalistas, naciones industrializadas y la industria energética, sugiere puntos de inflexión a partir de un argumento real y sin embargo paradójico: Ninguna de las partes desconoce ni minimiza el problema. Por el contrario, alientan el discurso de una solución limpia y económicamente rentable, en tanto se sugieren medidas precautorias a nuestros hábitos para ser puestas en práctica desde el entorno doméstico. La solución final, no obstante, sigue acaparando la atención generalizada, y mientras más se la busca tanto más es el vacío que en sí mismo encierra la discrepancia entre el discurso esperanzador y la realidad inminente, y entonces el círculo se cierra: llueven dudas razonables sobre el compromiso de la industria energética y las naciones industrializadas al tiempo que, seamos activistas ambientales o no, es imposible abstraernos del motor que mueve al mundo para elevar (o en su defecto mantener) nuestra calidad de vida. Afrontamos entonces dos retos globalizados: uno ambiental y otro de índole social. Aunque en el papel la solución de uno implica la afectación del otro, bien podemos considerarlo desde una perspectiva diferente, no inmediata, racional y pragmática. Así como la naturaleza tiende al equilibrio por medio de la interacción de diversos sistemas, la búsqueda de una solución a la amenaza por el cambio climático debe ser en sí misma un modelo congruente con la sistematización de la economía global. Antes que la aplicación de una solución técnica para reducir dramáticamente las emisiones de gases carbónicos a la atmósfera, es preciso replantear también el equilibrio geográfico de los beneficios que, en términos de desarrollo, acarrea el actual modelo económico globalizado. Quizá un enfoque en pro del equilibrio natural en busca del equilibrio social no sólo repercuta en un desarrollo económico sostenible; quizá sea ésta la oportunidad de aspirar, globalmente hablando, a dirigir nuestros esfuerzos hacia un desarrollo integral humano.
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El sueño de Pingüitai
por Rodrigo Alemany
Pingüitai es un pingüino muy hermoso. Sabiamente se lanza en picada para abrirle surcos al mar del Sur. Al océano pacífico. El agua hace al mar lo que el cielo a las estrellas. Agua salada de hielo dulce, de iceberg silencioso.
Pingüitai es un pingüino emperador de la Antártida. Mide un metro setenta, tiene un frac negro de plumas. El pecho y el estómago son blancos. La ballena azul hace su presencia soplando vientos huracanados. Los pingüinos siguen la senda de Pingüitai, el comandante de la parvada.
El sueño de Pingüitai es conocer México-Tenochtitlán. Desea encontrarse con sus hermanos, con hombres y mujeres que viven en ésta tierra lejana.
Pingüitai de niño jugaba a construir iglús como sus amigos del Polo Norte. Jugaba con bolas de nieve que arrojaba a sus amigos más queridos. Se armaban guerras de nieve. También le gustaba captar la nieve con una taza y luego se la comía: infinita alegría.
Pingüitai sueña con nadar desde Chile hasta las costas mexicanas. Dios existe, y es palpable y latente. Los pingüinos pisan hielo firme guiados por su guía. El frío es potente. Son miles de pingüinos estacionados en el centro de algún blanco paraje. Hace frío, pero juntos, unidos, elevan la temperatura corporal.
Pingüitai lleva un frac de plumas negras. Su pancita es blanca. Su pico es amarillo. La senda es blanca, el aire puro, los pulmones fértiles.
Pingüitai es un guerrero. A veces se sube y maneja un tractor. Cultiva en el hielo hortalizas y flores blancas. Sin embargo, prefiere los girasoles. Los tulipanes, las gardenias y los copihues.
El cielo de la Antártida es de color azul profundo. La foca se asoma por la ventana del mar. Un pingüinito se queda en la orilla de un pozo de hielo. No quiere saltar al agua. Es precavido. De lejos lo observan su madre y su padre.
Sueños del Polo Sur…
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Pingüitai es un pingüino muy hermoso. Sabiamente se lanza en picada para abrirle surcos al mar del Sur. Al océano pacífico. El agua hace al mar lo que el cielo a las estrellas. Agua salada de hielo dulce, de iceberg silencioso.
Pingüitai es un pingüino emperador de la Antártida. Mide un metro setenta, tiene un frac negro de plumas. El pecho y el estómago son blancos. La ballena azul hace su presencia soplando vientos huracanados. Los pingüinos siguen la senda de Pingüitai, el comandante de la parvada.
El sueño de Pingüitai es conocer México-Tenochtitlán. Desea encontrarse con sus hermanos, con hombres y mujeres que viven en ésta tierra lejana.
Pingüitai de niño jugaba a construir iglús como sus amigos del Polo Norte. Jugaba con bolas de nieve que arrojaba a sus amigos más queridos. Se armaban guerras de nieve. También le gustaba captar la nieve con una taza y luego se la comía: infinita alegría.
Pingüitai sueña con nadar desde Chile hasta las costas mexicanas. Dios existe, y es palpable y latente. Los pingüinos pisan hielo firme guiados por su guía. El frío es potente. Son miles de pingüinos estacionados en el centro de algún blanco paraje. Hace frío, pero juntos, unidos, elevan la temperatura corporal.
Pingüitai lleva un frac de plumas negras. Su pancita es blanca. Su pico es amarillo. La senda es blanca, el aire puro, los pulmones fértiles.
Pingüitai es un guerrero. A veces se sube y maneja un tractor. Cultiva en el hielo hortalizas y flores blancas. Sin embargo, prefiere los girasoles. Los tulipanes, las gardenias y los copihues.
El cielo de la Antártida es de color azul profundo. La foca se asoma por la ventana del mar. Un pingüinito se queda en la orilla de un pozo de hielo. No quiere saltar al agua. Es precavido. De lejos lo observan su madre y su padre.
Sueños del Polo Sur…
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Rodrigo Alemany (Santiago de Chile, 1969) Poeta, en 1995 publicó el libro Viajero No. 5, con Editorial Aldus. Ha participado en distintos encuentros de poesía y ha sido publicado en diferentes revistas literarias de México.
Los poemas son cartas que no se han mandado
por Manuel del Riego
Embebidos en sus escritos compartidos, los amigos la involucraban —ignorándola— a ella. Después de dos horas de lecturas, Manuel le preguntó:
M: Y tú amiga, ¿escribes?
L: ¿Cómo?
M: ¿Escribes, locuras así como éstas de nosotros?
L: ¡Ah sí!... —dijo, asintiendo con la cabeza también y con un gesto de “por supuesto” que he escrito — Yo también he escrito cartas… Pero ya las mandé.
M: Y, ¿no las conservas?
L: No, claro que no. Ustedes deberían enviarlas ya; las personas para quienes las escribieron necesitan saber lo que sienten por ellas.
Las miradas se cruzaron entre ellos, con una cierta dosis de desconcierto, sarcasmo, socarronería y burla, pero luego, se apoderó la cordura del momento. Discernimos y reflexionamos, con sensatez, la trascendencia y la lógica de las palabras de Lupita.
Y, ¿qué dirían la Mistral o la Sor Juana?... ¿Sabines, Díaz Mirón, Camino o los hermanos Machado, probablemente Neruda, Borges o nuestro Ramón? ¿Acaso ellos enviaron sus cartas convertidas en poemas? Pero ahora mis preguntas, ¿qué voy a hacer yo con las mías?
Las bohemias jerezanas son útiles porque en ellas se dice la poesía de los autores favoritos, compartiéndolas con quienes no las leen. Paradójicamente, los pueblos resumen a sus próceres, no los conocen, porque no los leen. Se llenan la boca con sus nombres pero sus ojos quedan vacíos de sus letras.
Mejor se habrían de gravar los escritos. O buscar en la elocuencia de la palabra hablada, transmitir lo que se piensa, lo que se siente. Por favor, teniendo cuidado de no engolar la voz, y con buena secuencia y entonación, buscar esas palabras, esas frases donde se haga la entonación y el énfasis que hagan llegar las palabras que se escriben con la sangre. Vestir la voz con la poesía para llevarla a los oídos como caricias, como la brisa de la tarde llega a refrescar el cuerpo sudoroso de trabajo.
Gravar las palabras que hacen despegar el vuelo a las mentes que las hayan escuchado. Esas palabras aladas que se lleven con ellas las mentes de quienes las han escuchado y ver yendo, sentir oyendo, lo vivido. Sólo veo un problema, ¿cómo sustituir la relectura? Esos pasajes, esas figuras literarias que nos hacen releerlas y volverlas a leer: «en el corazón tenía la espina de una pasión, logré arrancármela un día, ya no siento el corazón… Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada», Antonio Machado.
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Manuel del Riego Mexicano
Embebidos en sus escritos compartidos, los amigos la involucraban —ignorándola— a ella. Después de dos horas de lecturas, Manuel le preguntó:
M: Y tú amiga, ¿escribes?
L: ¿Cómo?
M: ¿Escribes, locuras así como éstas de nosotros?
L: ¡Ah sí!... —dijo, asintiendo con la cabeza también y con un gesto de “por supuesto” que he escrito — Yo también he escrito cartas… Pero ya las mandé.
M: Y, ¿no las conservas?
L: No, claro que no. Ustedes deberían enviarlas ya; las personas para quienes las escribieron necesitan saber lo que sienten por ellas.
Las miradas se cruzaron entre ellos, con una cierta dosis de desconcierto, sarcasmo, socarronería y burla, pero luego, se apoderó la cordura del momento. Discernimos y reflexionamos, con sensatez, la trascendencia y la lógica de las palabras de Lupita.
Y, ¿qué dirían la Mistral o la Sor Juana?... ¿Sabines, Díaz Mirón, Camino o los hermanos Machado, probablemente Neruda, Borges o nuestro Ramón? ¿Acaso ellos enviaron sus cartas convertidas en poemas? Pero ahora mis preguntas, ¿qué voy a hacer yo con las mías?
Las bohemias jerezanas son útiles porque en ellas se dice la poesía de los autores favoritos, compartiéndolas con quienes no las leen. Paradójicamente, los pueblos resumen a sus próceres, no los conocen, porque no los leen. Se llenan la boca con sus nombres pero sus ojos quedan vacíos de sus letras.
Mejor se habrían de gravar los escritos. O buscar en la elocuencia de la palabra hablada, transmitir lo que se piensa, lo que se siente. Por favor, teniendo cuidado de no engolar la voz, y con buena secuencia y entonación, buscar esas palabras, esas frases donde se haga la entonación y el énfasis que hagan llegar las palabras que se escriben con la sangre. Vestir la voz con la poesía para llevarla a los oídos como caricias, como la brisa de la tarde llega a refrescar el cuerpo sudoroso de trabajo.
Gravar las palabras que hacen despegar el vuelo a las mentes que las hayan escuchado. Esas palabras aladas que se lleven con ellas las mentes de quienes las han escuchado y ver yendo, sentir oyendo, lo vivido. Sólo veo un problema, ¿cómo sustituir la relectura? Esos pasajes, esas figuras literarias que nos hacen releerlas y volverlas a leer: «en el corazón tenía la espina de una pasión, logré arrancármela un día, ya no siento el corazón… Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada», Antonio Machado.
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Manuel del Riego Mexicano
On the wall
por Inge Boone
Writing on the wall
eyes don't wish to see
a song, the ears don't care to hear
if but, the writing was a scrawl
Say not the words, no need
Trouble not your lips to sing
All is written, plain to see:
Words on the wall
Wishes cast to stars:
unheard
Dreams by night and day:
absurd
The song's not: oh so sweet:
I hear
Its only just a dream:
That's all
Love should have been:
denied
A heart will ache:
untied
A soul will yearn:
alone
Contentment could have been:
gone
Dreams will come again:
true?
Cast them to the wind:
for sure
If the wind won't turn again
some doubt
The dream will me evade
I hope
Writing on the wall
Eyes don't wish to see
A song, the ears don't care to hear
If but, the writing was a scrawl
Ohhh...the words are written:
By whom
Ohhh...the words are written:
For why
And a man's just got to wonder:
Will love forever pass me by
Say not the words, no need
Trouble not your lips to sing
All is written, plain to see:
Words on the wall
Sobre el muro
Mientras escribes sobre el muro
los ojos no desean mirar canciones
a los oídos nada importa
si aquéllo no tuvo sentido
No hacen falta las palabras, no las digas
No te molestes en abrir los labios para cantar
Todo ha sido escrito y ahora está a la vista:
Son esas palabras escritas sobre el muro
Los deseos buscan a las estrellas:
sin ser escuchados
Sueños de noche y día:
absurdos son
No es esta canción: oh, tan dulce:
Escucho,
es sólo un sueño:
Y no hay nada más
El amor debió ser:
negado
Un corazón dolerá:
desatado
Un alma anhelará:
solitaria
La dicha pudo estar:
perdida
Los sueños retornarán:
¿es cierto?
Lánzalos al viento:
y por seguro
Si el viento no vuelve,
entonces duda
El sueño me evadirá,
eso espero
Mientras escribes sobre el muro
los ojos no desean mirar canciones
a los oídos nada importa
si aquéllo no tuvo sentido
Oh... palabras escritas:
¿Por quién?
Oh... palabras escritas:
¿Para qué?
Un hombre apenas ha comenzado a preguntarse:
¿Acaso el amor por siempre
me evadirá?
No hacen falta las palabras, no las digas
No te molestes en abrir los labios para cantar
Todo ha sido escrito y ahora está a la vista:
Son esas palabras escritas sobre el muro
Versión: Adrián Franco
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Writing on the wall
eyes don't wish to see
a song, the ears don't care to hear
if but, the writing was a scrawl
Say not the words, no need
Trouble not your lips to sing
All is written, plain to see:
Words on the wall
Wishes cast to stars:
unheard
Dreams by night and day:
absurd
The song's not: oh so sweet:
I hear
Its only just a dream:
That's all
Love should have been:
denied
A heart will ache:
untied
A soul will yearn:
alone
Contentment could have been:
gone
Dreams will come again:
true?
Cast them to the wind:
for sure
If the wind won't turn again
some doubt
The dream will me evade
I hope
Writing on the wall
Eyes don't wish to see
A song, the ears don't care to hear
If but, the writing was a scrawl
Ohhh...the words are written:
By whom
Ohhh...the words are written:
For why
And a man's just got to wonder:
Will love forever pass me by
Say not the words, no need
Trouble not your lips to sing
All is written, plain to see:
Words on the wall
Sobre el muro
Mientras escribes sobre el muro
los ojos no desean mirar canciones
a los oídos nada importa
si aquéllo no tuvo sentido
No hacen falta las palabras, no las digas
No te molestes en abrir los labios para cantar
Todo ha sido escrito y ahora está a la vista:
Son esas palabras escritas sobre el muro
Los deseos buscan a las estrellas:
sin ser escuchados
Sueños de noche y día:
absurdos son
No es esta canción: oh, tan dulce:
Escucho,
es sólo un sueño:
Y no hay nada más
El amor debió ser:
negado
Un corazón dolerá:
desatado
Un alma anhelará:
solitaria
La dicha pudo estar:
perdida
Los sueños retornarán:
¿es cierto?
Lánzalos al viento:
y por seguro
Si el viento no vuelve,
entonces duda
El sueño me evadirá,
eso espero
Mientras escribes sobre el muro
los ojos no desean mirar canciones
a los oídos nada importa
si aquéllo no tuvo sentido
Oh... palabras escritas:
¿Por quién?
Oh... palabras escritas:
¿Para qué?
Un hombre apenas ha comenzado a preguntarse:
¿Acaso el amor por siempre
me evadirá?
No hacen falta las palabras, no las digas
No te molestes en abrir los labios para cantar
Todo ha sido escrito y ahora está a la vista:
Son esas palabras escritas sobre el muro
Versión: Adrián Franco
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Inge Boone (Holanda, 1951) Realizó estudios de Bellas Artes en Calgary, Canadá. Se ha desarrollado como artista plástico, compositor, escenógrafo, diseñador gráfico y poeta.
Sentiments perduts
por Alaia Moschini Izquierdo
Vaig perdre les teves paraules,
vet vaig perdre a tu…
Un cor que va perdre els
sentiments, un cor ferit
per la tristesa.
Vull que em recordis
i que em portis
on la obscuritat no m'atraigui.
Una llàgrima que cau
sobre el teu rostre,
una llàgrima…és un
sentiment perdut…
Vull que tornis amb mi.
Vull recuperar aquells
sentiments perduts.
Sentimientos perdidos
Perdí tus palabras,
te perdí a ti…
Un corazón que perdió
los sentimientos, un corazón herido
por la tristeza.
Quiero que me recuerdes
y que me lleves
a donde la oscuridad no me atraiga.
Una lágrima que cae
sobre tu rostro,
una lágrima… es un
sentimiento perdido…
Quiero que vuelvas a mí.
Quiero recuperar aquellos
sentimientos perdidos.
Versión: Mauricio Chalons
____________________________________________________________________
Vaig perdre les teves paraules,
vet vaig perdre a tu…
Un cor que va perdre els
sentiments, un cor ferit
per la tristesa.
Vull que em recordis
i que em portis
on la obscuritat no m'atraigui.
Una llàgrima que cau
sobre el teu rostre,
una llàgrima…és un
sentiment perdut…
Vull que tornis amb mi.
Vull recuperar aquells
sentiments perduts.
Sentimientos perdidos
Perdí tus palabras,
te perdí a ti…
Un corazón que perdió
los sentimientos, un corazón herido
por la tristeza.
Quiero que me recuerdes
y que me lleves
a donde la oscuridad no me atraiga.
Una lágrima que cae
sobre tu rostro,
una lágrima… es un
sentimiento perdido…
Quiero que vuelvas a mí.
Quiero recuperar aquellos
sentimientos perdidos.
Versión: Mauricio Chalons
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Alaia Moschini (Esplugues de Llobregat, Barcelona, España, 1996) Actualmente cursa sexto de primaria. Con el poema Sentiments Perduts ganó los Juegos Florales 2008 de su escuela, Joan Bardina, en Barcelona, España.
Estancia
por Mauricio Chalons
Las grietas de una ventana
no muestran más que la arena
conmovida, desolada
por la turbulencia de la mar embravecida,
imagen ciegamente cercenada,
desgajada por la nostalgia.
Me niego rotundamente
a aposentarme
sobre la miseria impuesta
por la sangre y el sacrificio,
mientras lentas hojas ardientes
esperan bajo tierra,
bajo un oscuro follaje,
la piel desnuda, anhelante.
Afuera,
la noche está lisa y fría,
mientras surco la inmensa soledad
rasgando impune
los primeros vestigios de sueño.
Lo sé, vivo desterrado
en un murmullo vertiginoso,
quien se anuncia en la noche
donde el aire dilata la espera,
noche que desciende al abismo
de una aurora, cual saeta,
temblando bajo la furtiva mirada
de un cielo extraño
al cual la fiebre nunca apaga
en la desafiante espera.
(Estoy en una sombría estancia
siempre difuminada a media luz,
donde la espera, finalmente,
se vive amarga
sin vos).
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Las grietas de una ventana
no muestran más que la arena
conmovida, desolada
por la turbulencia de la mar embravecida,
imagen ciegamente cercenada,
desgajada por la nostalgia.
Me niego rotundamente
a aposentarme
sobre la miseria impuesta
por la sangre y el sacrificio,
mientras lentas hojas ardientes
esperan bajo tierra,
bajo un oscuro follaje,
la piel desnuda, anhelante.
Afuera,
la noche está lisa y fría,
mientras surco la inmensa soledad
rasgando impune
los primeros vestigios de sueño.
Lo sé, vivo desterrado
en un murmullo vertiginoso,
quien se anuncia en la noche
donde el aire dilata la espera,
noche que desciende al abismo
de una aurora, cual saeta,
temblando bajo la furtiva mirada
de un cielo extraño
al cual la fiebre nunca apaga
en la desafiante espera.
(Estoy en una sombría estancia
siempre difuminada a media luz,
donde la espera, finalmente,
se vive amarga
sin vos).
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Mauricio Chalons (Tapachula, Chiapas, 1970) Fotoperiodista y poeta, egresado del Club Fotográfico de México. Ha sido expositor en México y Chile, colaborador en diversos medios impresos en México, Estados Unidos, y actualmente en fotoperiodistes.org en Cataluña, España; es además corresponsal de la revista The Billionaire, en Europa. Contacto: maikupresse@yahoo.fr
Esto fue lo que no sucedió
por Andrés Briseño
Un hombre entró a la cantina donde yo tomaba una cerveza y me dijo, —Usted está muerto, lo acaba de atropellar un camión.
Con una carcajada aprobé el chiste. —Claro, y usted es san Pedro, supongo. —El hombre no se inmutó a pesar de que todos los asistentes corearon con risas mi respuesta.
—Comprendo que no me crea, pero es la verdad —dijo con el rostro serio— Al principio yo tampoco lo creía, pero al verlo a usted aquí…
La mano del desconocido buscó en la bolsa de su camisa.
—Tome, es suyo. Antes de morir me lo entregó para dárselo a usted mismo, que seguramente estaría en la cantina a estas horas. Me encargó mucho que trajera el recado; me dijo: entrégueme esto, así podré creerle lo que me pasó. Lo hizo de una forma tan sentida que no pude negarme.
Miré la mano del tipo y quedé boquiabierto. Era la fotografía de mi madre, la que siempre cargo en la cartera.
—¿No me está mintiendo? —le dije al hombre luego de darme cuenta que en mi billetera no había ninguna foto.
—Se lo juro por su cadáver —me dijo con la mano en el pecho.
Salí a toda prisa. Si lo que me había dicho era verdad, yo estaba muerto a cinco o seis cuadras de ahí. El corazón casi se me salía. ¿Sería posible? ¿Estaría soñando?
La calle estaba desierta en la noche solitaria. No había ni un solo indicio de accidente. Viejo mentiroso, pensé, por poco se la creo.
De pronto la gente empezó a acercarse. A lo lejos se escucho una sirena.
—Muévase un poco más a la derecha, joven —me grito una señora gorda desde la esquina— La cosa fue a mitad de la calle.
—¿Perdón? —exclame desconcertado.
—Que se mueva, por favor —contestaron desde un callejón.
Lo hice. Entonces ocurrió aquello. Un camión enorme salió de la nada, se abalanzó directo hacia mí. El impacto fue terrible, el dolor intenso, largo. Huesos y carne revueltos en una masa amorfa.
—Entrégueme esto —le dije al hombre de la cantina que ahora estaba a mi lado, de rodillas.
—Es una locura, nadie va a creerme —me dijo mientras tomaba la fotografía.
—No se preocupe —respondí con el último pedazo de vida que me quedaba— Esto fue lo que no sucedió; la verdad, ahora, no tiene importancia.
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Un hombre entró a la cantina donde yo tomaba una cerveza y me dijo, —Usted está muerto, lo acaba de atropellar un camión.
Con una carcajada aprobé el chiste. —Claro, y usted es san Pedro, supongo. —El hombre no se inmutó a pesar de que todos los asistentes corearon con risas mi respuesta.
—Comprendo que no me crea, pero es la verdad —dijo con el rostro serio— Al principio yo tampoco lo creía, pero al verlo a usted aquí…
La mano del desconocido buscó en la bolsa de su camisa.
—Tome, es suyo. Antes de morir me lo entregó para dárselo a usted mismo, que seguramente estaría en la cantina a estas horas. Me encargó mucho que trajera el recado; me dijo: entrégueme esto, así podré creerle lo que me pasó. Lo hizo de una forma tan sentida que no pude negarme.
Miré la mano del tipo y quedé boquiabierto. Era la fotografía de mi madre, la que siempre cargo en la cartera.
—¿No me está mintiendo? —le dije al hombre luego de darme cuenta que en mi billetera no había ninguna foto.
—Se lo juro por su cadáver —me dijo con la mano en el pecho.
Salí a toda prisa. Si lo que me había dicho era verdad, yo estaba muerto a cinco o seis cuadras de ahí. El corazón casi se me salía. ¿Sería posible? ¿Estaría soñando?
La calle estaba desierta en la noche solitaria. No había ni un solo indicio de accidente. Viejo mentiroso, pensé, por poco se la creo.
De pronto la gente empezó a acercarse. A lo lejos se escucho una sirena.
—Muévase un poco más a la derecha, joven —me grito una señora gorda desde la esquina— La cosa fue a mitad de la calle.
—¿Perdón? —exclame desconcertado.
—Que se mueva, por favor —contestaron desde un callejón.
Lo hice. Entonces ocurrió aquello. Un camión enorme salió de la nada, se abalanzó directo hacia mí. El impacto fue terrible, el dolor intenso, largo. Huesos y carne revueltos en una masa amorfa.
—Entrégueme esto —le dije al hombre de la cantina que ahora estaba a mi lado, de rodillas.
—Es una locura, nadie va a creerme —me dijo mientras tomaba la fotografía.
—No se preocupe —respondí con el último pedazo de vida que me quedaba— Esto fue lo que no sucedió; la verdad, ahora, no tiene importancia.
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Andrés Briseño Hernández (Jerez, Zac., 1981) Lic. en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha publicado en diversos diaros, y en 2001 en la antología Premio Trópico de Cáncer a la Creatividad Literaria, mismo que ganó en 2002. Publicó el libro Letras Blancas Letras Negras. En 2006 participó en el Taller Regional de Aguascalientes, impartido por Mario Bellatín.
Punto de encuentro con la memoria
por Adrián Franco
Caminando entre Ruinas
Memorias de un defeño
Presentación dictada el 22 de junio de 2008 en Jerez, Zac.
La voz de la costumbre repite cotidiana e incansable: “recordar es vivir”. Y a pesar de ello, escribir desde la íntima hondura de la memoria puede llegar a ser, en ocasiones, un supremo esfuerzo del espíritu. Al menos así me lo sugiere la lectura de Caminando Entre Ruinas Memorias de un Defeño. En casi trescientas hojas de papel, Gonzalo Gutiérrez Trujillo abre ante nosotros una página metafórica en la que convergen al unísono virtudes, egos, vicisitudes, anhelos , nostalgias , inquietudes, sinsabores, reproches, dichas… todas el las nociones tan sencillamente humanas, que su autor, apoyado en el acierto de un lenguaje llano, evade en unas cuantas líneas la posible suspicacia de sus lectores acerca de la veracidad y precisión de sus memorias.
Sean o no “pocos y poco probables” los lectores de sus páginas, me queda claro que, a pesar de las coincidencias y divergencias sobre los juicios de valor emitidos en la obra, dictaminar estas memorias como un “acto de soberbia” sería un error sólo permisible por un lector, en efecto, aquejado por la arrogancia. Como millones de historias, (incluida la mía) la de Gonzalo Gutiérrez Trujillo surge como resultante del éxodo de la provincia lastimada hacia lo que fue el último refugio en el convulso México de finales del siglo XIX y poco más de la primera mitad del XX. La historia particular de aquéllos nacidos en la Ciudad de México, de padres provincianos, guarda inevitablemente paralelismos tangibles e intangibles. La mezcla cultural en convergencia al crecimiento exponencial de la mancha urbana, aunado al desarrollo acelerado de las tecnologías y su efecto inmediato en el entorno citadino, nos sugiere un proceso en apariencia caótico, que sin embargo, al llevarlo de lo general al plano individual, adquiere sentido si contemplamos sus efectos en las decisiones de vida de quienes tuvieron la dicha de forjarse a sí mismos en la plena gestación de lo que hoy es y significa la multiforme Ciudad de México.
Caminando entre Ruinas Memorias de un Defeño, más que reunir un compendio curricular sobre su autor, nos comparte de manera anecdótica los sucesos cuya sumatoria repercutieron en las decisiones de vida de Gonzalo Gutiérrez Trujillo. Si bien, como el mismo autor lo reconoce, no se trata de un estilo narrativo evocador de MarcelProust, la estructura de sus relatos nos lleva de la mano a comprender, desde su propia perspectiva, las distintas valoraciones que a lo largo del tiempo han ido definiendo el rumbo de su vida en lo profesional y lo personal. No se trata entonces de una relatoría plana y monótona de sus aciertos o errores cometidos. Se trata más bien de un ejercicio autocontemplat ivo, una interpretación de sus motivos, y supongo que también, de manera deliberada o no, de un redescubrimiento del autor con su persona.
En una lectura cualquiera, sea real o ficticia, ¿qué es lo que origina en el lector la prestancia para continuar leyéndole? Sin duda, el elemento nodal estriba en un vínculo identificador, consciente o inconsciente, entre el autor y sus lectores. Si bien este elemento vinculador no tiene necesariamente que ser el mismo para todos, lo cierto es que cuanto más sustanciosa sea la historia, mayor es también la posibilidad de hallar un espacio en el cual vernos reflejados mediante la vivencia que se nos relata. En lo personal, he de reconocer que dos puntos primordiales del libro en cuestión captaron mi interés de manera sobresaliente. El primero, al inicio de la obra, cuando el autor narra las diversas historias familiares de sus antepasados, que terminaron por llevarles a emigrar a la Ciudad de México, evocaron en mi interior las historias de mis abuelos, llegados desdeZacatecas y Morelos, impulsados por la necesidad, no la aventura, y sometidos a conflictos comunes entre sí, pero aferrados a la determinación por salir avante por dar a sus hijos (mis padres) un abanico de posibilidades de vida que en sus lugares de origen no sería factible concebir.
Un segundo punto que me tocó profundamente es la remembranza del autor sobre el terremoto de 1985. Confirmo en sus palabras lo que antes he escuchado de muchos otros que también lo vivieron: ese día la fuerza de la rutina diaria nos impedía percibir la verdadera magnitud de la catástrofe; sí, había sido una sacudida fuerte, pero por fortuna eran apenas las 7:19 de la mañana. Pensábamos que el resto del día sería como cualquier otro, hasta que, al recorrer las calles de siempre, el panorama nos mostraba una ciudad que ya era otra, las miradas se buscaban entre sí con incrédulo azoro, y un silencio imposible, reptante, silbaba por las calles, sobre el agrietado asfalto.
Ahora bien, no todo se remite a emigraciones y terremotos. Gonzalo Gutiérrez Trujillo nos obsequia una visión integral de vida a través del cristal pulido con los años, con la claridad de quien, al paso del tiempo, es capaz de contemplar su reflejo sin orgullecerse, ni mucho menos arrepentirse, de su insegura valentía juvenil, su ingenuidad, sus impulsos, su innegable suer te (a veces afor tunada, otras vergonzante) en su práctica ginecobstetricia. Se trata, en primera instancia, de un autorretrato honesto, en el cual es posible percibir, como ocurre en una charla entre viejos amigos, los motivos que le han llevado a ser lo que su destino aguardaba convertirse. Es así como, en su primera mitad, las memorias de Gonzalo Gutiérrez Trujillo nos adentran en la mente del niño, y más tarde en el médico, para entonces conocer, con plena credibilidad, lo que en el plano familiar y profesional es ya un legado para sus nietos y su profesión. Desde los Altos de Jalisco hasta la India, las vivencias del Dr. Gonzalo Gutiérrez nos dejan una estela de enseñanza. Por sobre sus numerosos logros en el medio de la investigación médica y la salud pública, lo que el libro nos obsequia es una filosofía de vida.
Ésta es la manera como Caminando Entre Ruinas Memorias de un Defeño, atrapa la atención de sus lectores. Es tal la riqueza vivencial de su autor que difícilmente podemos decir que entre él y nosotros no existe nada en común. Por el contrario, Gonzalo Gutiérrez Trujillo se despoja de su yo ideal y nos brinda no un ejemplo de vida, sino un modo de vivir, desprovisto de máscaras y de adjetivos, apegada a la objetividad que sólo es asequible en quienes gozan de la plenitud de ser fieles a sus orígenes, a sus principios, y por encima de todo, congruentes con su imperfecta condición humana, mas siempre en busca de alcanzar un ideal.
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Caminando entre Ruinas
Memorias de un defeño
Presentación dictada el 22 de junio de 2008 en Jerez, Zac.
La voz de la costumbre repite cotidiana e incansable: “recordar es vivir”. Y a pesar de ello, escribir desde la íntima hondura de la memoria puede llegar a ser, en ocasiones, un supremo esfuerzo del espíritu. Al menos así me lo sugiere la lectura de Caminando Entre Ruinas Memorias de un Defeño. En casi trescientas hojas de papel, Gonzalo Gutiérrez Trujillo abre ante nosotros una página metafórica en la que convergen al unísono virtudes, egos, vicisitudes, anhelos , nostalgias , inquietudes, sinsabores, reproches, dichas… todas el las nociones tan sencillamente humanas, que su autor, apoyado en el acierto de un lenguaje llano, evade en unas cuantas líneas la posible suspicacia de sus lectores acerca de la veracidad y precisión de sus memorias.
Sean o no “pocos y poco probables” los lectores de sus páginas, me queda claro que, a pesar de las coincidencias y divergencias sobre los juicios de valor emitidos en la obra, dictaminar estas memorias como un “acto de soberbia” sería un error sólo permisible por un lector, en efecto, aquejado por la arrogancia. Como millones de historias, (incluida la mía) la de Gonzalo Gutiérrez Trujillo surge como resultante del éxodo de la provincia lastimada hacia lo que fue el último refugio en el convulso México de finales del siglo XIX y poco más de la primera mitad del XX. La historia particular de aquéllos nacidos en la Ciudad de México, de padres provincianos, guarda inevitablemente paralelismos tangibles e intangibles. La mezcla cultural en convergencia al crecimiento exponencial de la mancha urbana, aunado al desarrollo acelerado de las tecnologías y su efecto inmediato en el entorno citadino, nos sugiere un proceso en apariencia caótico, que sin embargo, al llevarlo de lo general al plano individual, adquiere sentido si contemplamos sus efectos en las decisiones de vida de quienes tuvieron la dicha de forjarse a sí mismos en la plena gestación de lo que hoy es y significa la multiforme Ciudad de México.
Caminando entre Ruinas Memorias de un Defeño, más que reunir un compendio curricular sobre su autor, nos comparte de manera anecdótica los sucesos cuya sumatoria repercutieron en las decisiones de vida de Gonzalo Gutiérrez Trujillo. Si bien, como el mismo autor lo reconoce, no se trata de un estilo narrativo evocador de MarcelProust, la estructura de sus relatos nos lleva de la mano a comprender, desde su propia perspectiva, las distintas valoraciones que a lo largo del tiempo han ido definiendo el rumbo de su vida en lo profesional y lo personal. No se trata entonces de una relatoría plana y monótona de sus aciertos o errores cometidos. Se trata más bien de un ejercicio autocontemplat ivo, una interpretación de sus motivos, y supongo que también, de manera deliberada o no, de un redescubrimiento del autor con su persona.
En una lectura cualquiera, sea real o ficticia, ¿qué es lo que origina en el lector la prestancia para continuar leyéndole? Sin duda, el elemento nodal estriba en un vínculo identificador, consciente o inconsciente, entre el autor y sus lectores. Si bien este elemento vinculador no tiene necesariamente que ser el mismo para todos, lo cierto es que cuanto más sustanciosa sea la historia, mayor es también la posibilidad de hallar un espacio en el cual vernos reflejados mediante la vivencia que se nos relata. En lo personal, he de reconocer que dos puntos primordiales del libro en cuestión captaron mi interés de manera sobresaliente. El primero, al inicio de la obra, cuando el autor narra las diversas historias familiares de sus antepasados, que terminaron por llevarles a emigrar a la Ciudad de México, evocaron en mi interior las historias de mis abuelos, llegados desdeZacatecas y Morelos, impulsados por la necesidad, no la aventura, y sometidos a conflictos comunes entre sí, pero aferrados a la determinación por salir avante por dar a sus hijos (mis padres) un abanico de posibilidades de vida que en sus lugares de origen no sería factible concebir.
Un segundo punto que me tocó profundamente es la remembranza del autor sobre el terremoto de 1985. Confirmo en sus palabras lo que antes he escuchado de muchos otros que también lo vivieron: ese día la fuerza de la rutina diaria nos impedía percibir la verdadera magnitud de la catástrofe; sí, había sido una sacudida fuerte, pero por fortuna eran apenas las 7:19 de la mañana. Pensábamos que el resto del día sería como cualquier otro, hasta que, al recorrer las calles de siempre, el panorama nos mostraba una ciudad que ya era otra, las miradas se buscaban entre sí con incrédulo azoro, y un silencio imposible, reptante, silbaba por las calles, sobre el agrietado asfalto.
Ahora bien, no todo se remite a emigraciones y terremotos. Gonzalo Gutiérrez Trujillo nos obsequia una visión integral de vida a través del cristal pulido con los años, con la claridad de quien, al paso del tiempo, es capaz de contemplar su reflejo sin orgullecerse, ni mucho menos arrepentirse, de su insegura valentía juvenil, su ingenuidad, sus impulsos, su innegable suer te (a veces afor tunada, otras vergonzante) en su práctica ginecobstetricia. Se trata, en primera instancia, de un autorretrato honesto, en el cual es posible percibir, como ocurre en una charla entre viejos amigos, los motivos que le han llevado a ser lo que su destino aguardaba convertirse. Es así como, en su primera mitad, las memorias de Gonzalo Gutiérrez Trujillo nos adentran en la mente del niño, y más tarde en el médico, para entonces conocer, con plena credibilidad, lo que en el plano familiar y profesional es ya un legado para sus nietos y su profesión. Desde los Altos de Jalisco hasta la India, las vivencias del Dr. Gonzalo Gutiérrez nos dejan una estela de enseñanza. Por sobre sus numerosos logros en el medio de la investigación médica y la salud pública, lo que el libro nos obsequia es una filosofía de vida.
Ésta es la manera como Caminando Entre Ruinas Memorias de un Defeño, atrapa la atención de sus lectores. Es tal la riqueza vivencial de su autor que difícilmente podemos decir que entre él y nosotros no existe nada en común. Por el contrario, Gonzalo Gutiérrez Trujillo se despoja de su yo ideal y nos brinda no un ejemplo de vida, sino un modo de vivir, desprovisto de máscaras y de adjetivos, apegada a la objetividad que sólo es asequible en quienes gozan de la plenitud de ser fieles a sus orígenes, a sus principios, y por encima de todo, congruentes con su imperfecta condición humana, mas siempre en busca de alcanzar un ideal.
Gonzalo Gutiérrez Trujillo es médico pediatra, infectólogo y salubrista. Nació en la Ciudad de México en 1931. Ejerció la medicina privada durante treinta años y ha trabajado en diferentes instituciones públicas durante más de cincuenta. En la Facultad de Medicina de la UNAM fue profesor de pediatría y de infectología. Es autor de un libro de texto de infectología con 16 ediciones y ha publicado más de 270 artículos científicos y de divulgación en revistas y libros nacionales y extranjeros.En 1984 fue designado miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM y en 1988, investigador del Sistema Nacional de Investigadores.En 2002 la Academia Mexicana de Pediatría le otorgó el Premio Mario A. Torroella al Mérito Académico, y en 2003 el Consejo de Salubridad General, el Premio Gerardo Varela al Mérito en Salud Pública. Actualmente es editor del Boletín Médico del Hospital Infantil de México.
GUTIÉRREZ TRUJILLO, GONZALO. Caminando entre ruinas Memorias de un defeño. Méndez Editores México, D.F. 2008
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Adrián Franco (Cd. de México, 1976) Ingeniero y escritor. Ha publicado poesía y traducción en diversos medios impresos y electrónicos de México, e impartido talleres de creación literaria. Fundador del Grupo Cultural Ouroboros. Es editor de la revista Ágora.
La divina encuesta
En un mundo consumista donde la calidad y la competitividad se diagnostican en términos de tendencias y preferencias de mercado, sólo parece faltar , entre tantas otras, una encuesta que mida la popularidad de dios en nuestros días. He aquí un ejemplo de lo que podría ser.
1. ¿Cómo se enteró de la existencia de su deidad?
2. ¿Qué modelo de deidad adoptó?
3. ¿Su dios llegó a usted sin daños, con todas sus partes en orden y funcionando, y sin aparente intervención ni atributos faltantes?
Si su respuesta es No, por favor indique los problemas que encontró. Señale todos los que apliquen
4. ¿Qué factores fueron relevantes en su decisión de adoptar una deidad? Señale todos los que apliquen.
5. ¿Adoró anteriormente alguna otra deidad? Si así fue, ¿por qué falso dios fue engañado? Señale todas las que apliquen.
6. ¿Actualmente utiliza otra fuente de inspiración adicional a dios? Señale todas las que apliquen.
7. Dios emplea un nivel limitado de Intervención Divina para preservar el equilibrio entre su presencia palpable y la fe ciega. ¿Cuál prefiere usted? Señale una.
8. Dios también procura mantener el equilibrio entre desastres y milagros. Por favor califique en escala de 1 a 5 su manejo de lo siguiente:
A. Desastres
B. Milagros
9. ¿Tiene comentarios o sugerencias para mejorar la calidad de los servicios de dios? Si usted envía sus respuestas a cualquiera de nuestros habituales receptáculos antes del 30 de octubre, participará en el concurso Gane un Milagro de Su Elección. (Las posibilidades de ganar son de aproximadamente una en 6.026 x 10 a la 23 potencia, dependiendo del número total de participaciones)
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Fuente: The Skeptics Society Forum
1. ¿Cómo se enteró de la existencia de su deidad?
- Periódico
- Biblia
- Torah
- Televisión
- Libro de los Mormones
- Inspiración Divina
- Rollos del Mar Muerto
- Mi mamá me dijo
- Experiencia cercana a la muerte
- La Hora Nacional
2. ¿Qué modelo de deidad adoptó?
- Yahweh
- Padre, Hijo y Espíritu Santo [Paquete Trinitario]
- Jehová
- Jesús
- Krishna
- Zeus y su séquito [Paquete Olímpico]
- Odín y su séquito [Paquete Valhalla]
- Allah
- Satán
- Gaia-Madre Tierra-Madre Naturaleza
- Ninguno de los anteriores, adopté un falso dios
3. ¿Su dios llegó a usted sin daños, con todas sus partes en orden y funcionando, y sin aparente intervención ni atributos faltantes?
- Si
- No
Si su respuesta es No, por favor indique los problemas que encontró. Señale todos los que apliquen
- No es eterno
- Finito en espacio / No ocupa la totalidad del cosmos
- No es omnisciente
- No es omnipotente
- Permite las relaciones extramaritales
- Prohibe las relaciones extramaritales
- Comete errores
- Provoca o permite que sucedan cosas malas a gente buena
- Exige ofrendas
- Demanda sacrificios de vírgenes
4. ¿Qué factores fueron relevantes en su decisión de adoptar una deidad? Señale todos los que apliquen.
- Fui adoctrinado por mis padres
- Necesitaba una razón para vivir
- Fui adoctrinado por la sociedad
- Necesitaba enfocarme en quién despreciar
- Mi amigo imaginario creció
- Quise conocer a Jesús en su sentido bíblico
- Odio pensar en mí mismo
- Para conocer chicos / chicas
- Miedo a la muerte
- Para molestar a mis padres
- Necesitaba un día libre en el trabajo
- Urgente necesidad de certezas
- Me gusta la música de órgano
- Necesitaba sentirme moralmente superior
- Mi arbusto se prendió en llamas y una voz me lo ordenó
5. ¿Adoró anteriormente alguna otra deidad? Si así fue, ¿por qué falso dios fue engañado? Señale todas las que apliquen.
- Mick Jagger
- Cthulhu
- Baal
- El Todopoderoso dólar
- Bill Gates
- Liberalismo de izquierda
- La derecha radical
- Ra
- Beelzebú
- Barrney
- El Gran Espíritu
- La Gran Calabaza
- El Sol
- Elvis
- La Luna
- Arbusto en llamas
- Otras
6. ¿Actualmente utiliza otra fuente de inspiración adicional a dios? Señale todas las que apliquen.
- Tarot
- Lotería
- Astrología
- Televisión
- Galletas de la suerte
- Red de Amigos Psíquicos
- Libros de auto-ayuda
- Sexo, drogas y Rock & Roll
- Biorritmos
- Alcohol
- Hojas de té
- Internet
- Mantras
- Cristales
- Sacrificios humanos
- Pirámides
- Caminatas por el desierto
- Pólizas de seguros
- Arbusto en llamas
- Barney
- Teletubbies
- Otras
- Ninguna
7. Dios emplea un nivel limitado de Intervención Divina para preservar el equilibrio entre su presencia palpable y la fe ciega. ¿Cuál prefiere usted? Señale una.
- Más Intervención Divina
- Menos Intervención Divina
- El nivel actual de Intervención Divina es el adecuado
- No sé... ¿Qué es Intervención Divina?
8. Dios también procura mantener el equilibrio entre desastres y milagros. Por favor califique en escala de 1 a 5 su manejo de lo siguiente:
A. Desastres
- Inundaciones: 1 2 3 4 5
- Hambruna: 1 2 3 4 5
- Terremotos: 1 2 3 4 5
- Guerra: 1 2 3 4 5
- Pestilencia: 1 2 3 4 5
- Plagas: 1 2 3 4 5
- Correo spam: 1 2 3 4 5
- George W. Bush: 1 2 3 4 5
B. Milagros
- Rescates: 1 2 3 4 5
- Indulgencias espontáneas: 1 2 3 4 5
- Estatuas que lloran: 1 2 3 4 5
- Agua convertida en vino: 1 2 3 4 5
- Caminar sobre agua: 1 2 3 4 5
- Segundo periodo de George W. Bush: 1 2 3 4 5
- Tener suerte con el sexo opuesto: 1 2 3 4 5
9. ¿Tiene comentarios o sugerencias para mejorar la calidad de los servicios de dios? Si usted envía sus respuestas a cualquiera de nuestros habituales receptáculos antes del 30 de octubre, participará en el concurso Gane un Milagro de Su Elección. (Las posibilidades de ganar son de aproximadamente una en 6.026 x 10 a la 23 potencia, dependiendo del número total de participaciones)
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Fuente: The Skeptics Society Forum
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