lunes, 5 de enero de 2009

Patología Existencial

por Ken Wilber


[…] los tres primeros fulcros del self conducen a la emergencia progresiva del un self físico, de un self emocional y de un self mental. EN el siguiente capítulo veremos que el self mental, a su vez, atraviesa tres estadios o fulcros del desarrollo principales (el concreto, F-4; el formal, F-5; y el integrativo, F-6), y que después el self ingresa en lo transmental (transnacional o transpersonal) y penetra en los dominios contemplativos o espirituales del desarrollo. Cada uno de estos fulcros y niveles superiores tiene sus posibles patologías y sus correspondientes modalidades de tratamiento […]


Debemos distinguir entre el término “existencial” como algo referido a un determinado nivel de desarrollo del self (F-6) y el término “existencial” como un conflicto concreto que puede afectar a cualquiera de los niveles de desarrollo del self. Así pues, este último tipo de “conflicto existencial” constituye una forma de hablar de la lucha entre la vida y la muerte, entre la conservación y la negación, en cualquiera de los estadios del desarrollo. Desde este punto de vista, el trauma del nacimiento, la crisis de reaproximación, la separación-individuación, la tragedia edípica, el conflicto de roles y las neurosis de identidad pueden ser calificados como conflictos “existenciales” porque se refieren a acontecimientos profundos y significativos de la existencia humana (Dasein). La aproximación existencial considera a cada estadio del desarrollo no tanto en términos de su contenido (borderline, edípico, etc.) como en términos de contexto (de las mismas categorías de la existencia), de las diferentes modalidades y estadios del ser-en-el-mundo. Es por ello que los problemas y las encrucijadas fundamentales propias de cada uno de los estadios de desarrollo del self pueden también ser conceptualizados como un problema existencial entre la vida y la muerte, entre la conservación y la negación, aunque la forma externa de esta batalla existencial varíe obviamente de nivel en nivel. Éste es, al menos, el enfoque de Boss (1963), Binswanger (1956), Yalom (1980), Zimmerman (1981), May (1977) y otros, con quienes estoy parcialmente de acuerdo.


Ahora bien, mi utilización del término “nivel existencial” se refiere a un nivel concreto del desarrollo de las estructuras básicas (el “visión-lógico”) y su correspondiente estadio del desarrollo del self (“centauro”). Se trata de un nivel “existencial” por diversas razones: 1) El principal exponente de la mente reflexivo-normal es Descartes mientras que el principal exponente de la mentalidad existencial, por su parte, es Heidegger, ya que toda su filosofía está saturada (como experiencia real y no como elaboración subjetiva) de este nivel de conciencia; 2) Como ha demostrado Broughton (1975), en la estructura del self propia de este nivel, “la mente y el cuerpo se experimentan como una totalidad integrada”. Esta integración personal entre la mente y cuerpo de aquellas terapias que se califican genuinamente como “humanista-existenciales” (y a las que conviene distinguir de aquellos otros enfoques populares que se autodenominan “humanistas” o “existenciales” pero que, en realidad son pseudohumanistas y pseudoexistenciales porque promueven la regresión y la glorificación del “paraíso” emocional-fantásmico narcisita al que se identifica equivocadamente con una supuesta “conciencia superior”) y 3) Se trata del nivel de conciencia más elevado que parecen reconocer la mayor parte de las auténticas aproximaciones humanista-existenciales.

Una revisión de la literatura sugiere que los principales problemas del self exitencial F-6 son la autonomía y a integración personal (Loevinger); la autenticidad (Kierkegaard y Heidegger) y la autorrealización (Maslow y Rogers). Los sentimientos ligados a este nivel son: la preocupación por el sentido global de la vida (o ser-en-el-mundo), la angustia ante la mortalidad y la finitud personal y la búsqueda del coraje-de-ser frente a la soledad y la inevitabilidad de la muerte. Donde la mente formal comienza a concebir las posibilidades de a vida y emprende el vuelo con su recién descubierta libertad, la mente existencial (la visión-lógica), agrega nuevas posibilidades que le llevan a descubrir que la vida personal es un breve destello en el vacío cósmico. De esta manera, los temas fundamentales de la patología que puede acompañar a F-6 giran en torno a la forma en que el self existencial gestiona sus nuevas posibilidades de autonomía y autorrealización y la manera en que resuelve el problema de la finitud, la muerte y la aparente falta de sentido de la vida.

Los síntomas más comunes de esta patología son:

1) Depresión existencial: una depresión difusa y generalizada o un “estancamiento vital” ante la percepción de la falta de sentido de la vida.

2) Falta de autenticidad: a la que Heidegger (1962) definió como una falta de conciencia y de aceptación profunda de la propia finitud y mortalidad.

3) Soledad y “extrañeza” existencial: un self lo suficientemente fuerte que, sin embargo, se siente ajeno a este mundo.

4) Falta de autorrealización: según Maslow (1971): “Si deliberadamente decides ser menos de lo que eres capaz de ser serás profundamente infeliz durante el resto de tu vida”.

5) Ansiedad existencial: la amenaza de muerte o de pérdida de la propia modalidad autorreflexiva de ser-en-el-mundo (una ansiedad que no puede tener lugar antes de los Fulcros 5 y 6 porque es a partir de ese momento cuando aparece la verdadera reflexión formal).

Pero no debemos considerar automáticamente que todas las situaciones de “falta de sentido” sean existenciales (en el sentido de que se originen en el nivel existencial). La depresión de abandono borderline y la depresión psiconeurótica, por ejemplo, también provoca estados afectivos de pérdida de sentido. En realidad, el ennui existencial tiene un “sabor” inconfundible, el sabor que se presenta en una estructura del self estable y altamente diferenciada que en nada se parece al lamento del borderline ni a la culpabilidad del psiconeurótico. Se trata, por el contrario, de un síntoma que aparece en un sujeto firmemente asentado en el mundo que, por una razón u otra, pierde el sentido de su vida. Cualquier interpretación de esta depresión sobre la base de las estructuras inferiores –psiconeurótica, borderline o la que fuere- resulta “ridícula” e irrelevante. Vemos un ejemplo clásico de verdadero ennui extraido de Tolstoi (1929):

El hecho es que, a los cincuenta años, descubrí el concepto de suicidio, la más simple de todas las preguntas que alientan en el corazón de todo ser humano: “¿De dónde venimos, qué estamos haciendo ahora y qué haremos mañana? ¿De dónde procede mi vida?”. Dicho de otro modo-, “¿Por qué debo vivir? ¿Por qué debo desear algo?” O, en otras palabras: “¿Acaso mi vida tiene otro sentido que no sea el de terminar siendo destruido por la inexorable muerte que me aguarda?”.


____________________________________________________________________
WILBER Ken, Psicología Integral, Ed. Kairós, España, 1993, pp 73, 93-97


No hay comentarios:

Publicar un comentario