jueves, 4 de diciembre de 2008

Enriqueta Ochoa: El Eco de la Poesía

Enviado por Verenice Naranjo


Recuerdo exactamente el día que conocí a la maestra Enriqueta Ochoa, tenía yo unos 16 o 17 años. En esa edad, en la que suceda lo que acontezca se mantiene íntegra la facultad de soñar.

La poeta Enriqueta Ochoa nos abrió a un puñado de jóvenes estudiantes la puerta de su casa para un taller de poesía, y en este sentido, nos abrió literalmente las compuertas de mares y ríos de literatura, pero lo más importante: tuvo la generosidad de entregarnos las llaves que había encontrado en esa poesía capaz de atravesar los tiempos y las distancias y permanecer intactas, esperando ahí, al ser humano necesitado de esa claridad. Ese tipo de poesía que se convierte en luz a través del tiempo, era la poesía que Enriqueta Ochoa nos acercaba y nos animaba a discutir.

A los 16 o 17 años, se es tan joven que uno imagina "muy joven" a chicos de 15 años y valora "grandes" a personas de 28 o 30, más o menos esas eran las edades de quienes asistíamos al taller de poesía, en general de 5 a 9 personas. Recuerdo que alrededor de su sala, nos sentábamos y leíamos nuestros textos, siempre nos cooperábamos para tener café con galletas, eran unas tertulias inolvidables y maravillosas en las que los sábado al caer la tarde, conjurábamos lealtad a esa claridad de pensamiento capaz de hacer de cada verso, una enredadera de ideas, de sensaciones, de reflexiones, hasta conmovernos y hacernos sentir más humanos, en el sentido más profundo de la palabra. Esa poesía que transforma y es gozo y placer a la manera en que lo es la música.

Estoy segura, que la magia suprema de la enorme poeta, fue la generosidad de aceptar el reto de ser tan inteligente y aguda guía por la literatura.

Además de su hermosa poesía, hay que reconocerle el mérito de ser una gran, gran, maestra. Me atrevería a decir que fue una los mejores sembradores de poetas de la poesía contemporánea mexicana; si no, al tiempo.

Comparto la pena de quienes la conocimos, pero ojo, no ha muerto como poeta, sólo como persona. Es distinto.

Los poetas verdaderos viven en su literatura y en sus versos.

Aún más, los artistas de la vida como la poeta Enriqueta Ochoa… suelen ir más allá y permanecer en cada uno de sus alumnos, además de vivir en sus escritos.


2008, Cd. de México.


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Comentario de: Verenice Naranjo

1 comentario:

  1. ¿Cómo no podría permanecer con sus discípulos, quien nos enseñaba a leer verso a verso, y palabra por palabra a Rainer Maria Rilke?

    Enriqueta Ochoa, nos hacía percibir que el mismo poema cuando era profundo no se agotaba ni con muchas lecturas, al contrario, surgían nuevas combinaciones que detonaban otras reflexiones.

    Recuerdo su pasión por la poesía´mística y su amor por Rilke.
    Además nos relataba historias de su juventud, de su rebeldia, y de su gran amor. Hasta para conversar era muy poética, lograba que uno se trasnportara por el espacio hasta llegar al tiempo de sus relatos, algo muy cinematográfico.

    Por eso hablo de la huella que deja una persona así, en todos a quienes conoce.

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