sábado, 15 de noviembre de 2008

Réquiem para mi abuelo

por Andrés Briseño Hernández


I

Hoy hace una semana y un día que no escribo. Hoy lo hago mientras escucho un trueno que grita el cielo.

Hoy hace 9 meses y 22 días que murió mi abuelo y aún tengo lágrimas para él. Más que mi abuelo era mi padre: ¡Es que me duele como un padre, como un hijo, como un brazo, como un dedo!

Mi abuelo murió en un hospital, en una cama fría. Yo quisiera que hubiera muerto entre flores, entre piedras de río, entre mazorcas, entre espuma.

Quizá, si no lo hubiera visto tendido, cubierto por una sábana, no tendría este nudo en la garganta. Quizá, si no lo hubiera besado en la frente, me sentiría vacío, amargo, árido.



II

La casa de mi abuelo ha cambiado. Cambió con su muerte, pero también estuvo cambiando durante toda su vida.

No sé. Tal vez nunca hubo una casa, sino una mera mezcla de ideas que se fueron compactando hasta dar con esto: un lugar que apenas nace.

Hay un antes y un después tras la partida de mi abuelo. No es solamente un Pedro Hernández vivo y un Pedro Hernández muerto. Es un abuelo tangible, el que anduvo por el mundo, y otro revestido de recuerdos, el que anda entre los corazones, entre las ideas y el sentimiento.

A este último lo veo en cada cosa que toco y que veo aquí en Sarabia. Lo huelo en las papas de mi abuela, en su corral ahora sin vacas; lo siento en todas partes: en su cuarto, en su taller, en su camioneta roja. Le lloro en su perro el Fierros que recién se ha muerto de tristeza.



III

Mi abuelo es dulce y bueno como el pan de azúcar. Es la raíz, el principio, el pilar donde descansa su descendencia. Nos aferramos todos a la columna, la abrazamos con nuestros pobres brazos. La detenemos también para que no caiga.

Pero no es necesario. Podríamos desmoronarnos todos como un adobe, y él seguiría erguido como la cantera.

Mi abuelo es dulce y bueno como el pan de azúcar. Claro como una fuente, presente como esta casa que apenas descubro.

¿Dónde están el árbol del patio, la cocina vieja, el billar, los futbolitos, tus perros el Fierros y el Caminante?

Todas esas cosas eran mi abuelo, pedazos de su cuerpo. Ahora hay otra cosa, otro espacio, nuevo y desconocido, que lo ha traído mi abuelo el del recuerdo.

Habrá que empezar a vivirlo, a conocerlo. Habrá que querer lo nuevo y lo viejo. En uno y otro, para siempre, persistirá el sabor a pan de azúcar, a luz, a vida, a cielo.


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Andrés Briseño Hernández (Jerez, Zac., 1981) Estudió Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha publicado en diversos diaros, y en 2001 en la antología Premio Trópico de Cáncer a la Creatividad Literaria, mismo que ganó en 2002. Publicó el libro Letras Blancas Letras Negras. En 2007 participó en el Taller Regional de Aguascalientes, impartido por Mario Bellatín.

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